Home » Folletos » Conflicto En Oriente Medio ¿Conducirá Al Armagedón?

Conflicto En Oriente Medio ¿Conducirá Al Armagedón?

posted in: Folletos
image_pdfimage_print

¿Por qué hay tanto odio en Oriente Medio? ¿Cuáles son las verdaderas raíces del conflicto? ¿Y qué dice la profecía bíblica del resultado final?

¿Por qué odian los árabes a los judíos? ¿Por qué tantos judíos odian a los árabes? ¿Por qué ese conflicto continuo, bombas, acuchillamientos, disparos, ataques con misiles, terrorismo contra civiles indefensos en Jerusalén? Para comprender las verdaderas raíces del prolongado conflicto entre árabes y judíos, hay que conocer la historia de Jerusalén y Palestina, entender las raíces religiosas y étnicas de los pueblos que viven allí. Y más importante todavía, hay que entender las PROFECÍAS de la Biblia; y cómo acontecimientos futuros en Palestina y Jerusalén afectarán a SU vida dondequiera que USTED viva.

¡Los medios de comunicación parecen estar obsesionados con que el TERRITORIO es el problema! Hablan continuamente de “tierra por paz”. Millones de norteamericanos están indignados con los judíos; consideran que obstruyen el “proceso de paz”. Muchas personas debaten en los medios de comunicación si “un simple trece por ciento del territorio de Israel” llevaría la paz a la región. ¡Cuan ignorantes son acerca de la VERDADERA CAUSA, las verdaderas RAÍCES del conflicto! Muchos de esos periodistas jóvenes que dan las noticias en la televisión no habían nacido cuando Israel luchó con los ejércitos unidos de seis naciones árabes; muchos no habían nacido cuando tuvo lugar la famosa “guerra de los seis días”, que terminó con la ocupación de los Altos del Golán, la Franja de Gaza, Cisjordania y la ciudad antigua de Jerusalén. Los medios de comunicación norteamericanos prácticamente han imitado a los palestinos árabes y hablan continuamente de los “territorios ocupados”. A millones de personas parece no preocuparles que los judíos hablen de “seguridad” refiriéndose a las zonas de parachoques entre ellos y sus hostiles vecinos árabes. Ignorancia de la historia, credulidad, propaganda… todo eso contribuye a formar la opinión pública en los Estados Unidos. Una gran parte, si no la mayoría, de esa opinión pública está muy sesgada.

Es hora de comprender la verdad.

Ambas razas reclaman la tierra de Palestina basándose en la historia antigua y, en el caso del estado judío de Israel, en la misma Biblia.

Los judíos remontan sus raíces hasta Jerusalén desde el comienzo del tiempo registrado. No sólo se ha especulado con que Jerusalén sea el Paraíso Terrenal original, también se ha dicho que fue allí donde casi sacrificó Abraham a Isaac, hecho que, según la tradición judía, tuvo lugar en el mismo monte donde se localiza la famosa mezquita árabe Cúpula de la Roca. Los judíos remontan su reclamación de Jerusalén a la época de David y Salomón; y muchos árabes creen que a sus antepasados les robaron sus tierras cuando Israel “invadió” Palestina después del Éxodo.

Los musulmanes creen que el lugar de la Cúpula de La Roca fue donde su profeta Mahoma “ascendió al cielo”. Los cristianos veneran Belén, Jerusalén y sus “Santos Lugares” debido a las enseñanzas, muerte, entierro y resurrección de Cristo.

La ciudad de Jerusalén es un lugar sagrado muy importante para las tres grandes religiones monoteístas de la humanidad; una ciudad que lleva el nombre de “paz”, ya que su nombre supuestamente deriva de “Jebus” (por los jebuseos, que habitaban la ciudad antes de la era de David) y “Salem”, que significa “paz”. Se cree que Melquisedec, el rey de Salem que conoció a Abraham, quien le pagó tributos, fue, o bien un sacerdote y rey, o un tipo de Cristo o el personaje sin padre ni madre que se convirtió en Cristo encarnado (Hebreos 7:1-3), y que Jerusalén fue el lugar donde eso sucedió.

A lo largo de la historia, Jerusalén ha visto más derramamiento de sangre, conflictos y guerras que paz. Jesucristo profetizó que habría todavía otra destrucción masiva de Jerusalén durante la “Gran Tribulación”, de la que nos advirtió.

¿Por qué terrorismo?                                                                                                

¿Por qué hay tantos árabes tan furiosos con los judíos? Los medios de comunicación parecen reforzar la creencia de que lo que ocurre en Israel es simplemente otra lucha por independencia. ¿No tuvieron los Estados Unidos una guerra de independencia? ¿Acaso no ha habido países por todo el mundo que han querido ser libres del dominio de otros poderes… libres para perseguir sus objetivos religiosos, filosóficos, políticos, sociales y económicos?

Al hombre de a pie, las matanzas indiscriminadas de civiles en Israel le pueden parecer el efecto natural de una causa evidente, la de que Israel sigue “ocupando” Cisjordania, sigue construyendo casas en territorios que reclaman los palestinos árabes (aunque sea en tierras de propiedad privada de los judíos), sigue ocupando los Altos del Golán y sigue negándose a negociar sobre Jerusalén. Han pasado treinta años desde que Israel fue atacado por cinco ejércitos árabes y consiguió una espectacular victoria que terminó con la ocupación de los territorios disputados. A pesar de ello, los palestinos árabes y los sirios exigen que Israel renuncie a todos los territorios ganados por la fuerza de las armas, incluido el Este de Jerusalén. Pero desde el punto de vista israelí, esos territorios; el Golán en el norte con vistas al Mar de Galilea; la Franja de Gaza al sur, apuntando como una daga al corazón de Israel; Jerusalén y Cisjordania al oeste, son trampolines para columnas armadas de ejércitos árabes. Antes de esa guerra, como muestra cualquier mapa de esa época, Israel tenía una cintura tan estrecha que un ataque podía cortarlo fácilmente en dos desde Latrún hasta el Mediterráneo.

Ni a los jefes militares ni a los gobiernos israelíes posteriores a esa guerra les ha gustado la idea de volver a esas desastrosas fronteras, al igual que EE.UU no contempla la idea de devolver California, Nevada, Arizona, Nuevo México, Texas o parte de Florida a México. Ahora volvamos al pasado para llegar a entender a LOS DOS lados de este explosivo problema, un conflicto que podría llevar a otra GUERRA destructiva en Oriente Medio, un conflicto que podría arrastrar a la guerra a la primera potencia, ¡un conflicto que acabará por llevar al Armagedón!

Palestina en la historia                                                                                                    

El término “Palestina” procede de “Filisteo”, el nombre de una tribu que estuvo en un estado de guerra prácticamente continuo con Israel. Goliat, el gigante al que mató David con una honda, era filisteo. Misráyim, el segundo hijo de Cam, engendró a Kasluj, “del que salieron los filisteos” (Génesis 10:14). Sería un error asegurar que los palestinos árabes actuales son “filisteos”. Los filisteos no eran de origen árabe. La historia de la región es una crónica de muchos pueblos diferentes que representan a los tres hijos de Noé; de docenas de guerras; de invasiones de muchas potencias: Asiria, Babilonia, Egipto, Persia, Grecia, Roma, Turquía, Europa… todas ellas estuvieron en algún momento en Palestina. En épocas más modernas fue dominada por los turcos selyúcidas y los turcos otomanos, y por Gran Bretaña después de las dos guerras mundiales.

Se cree que los filisteos descendían de “los purasati”, una confederación de pueblos del norte de Siria, Asia Menor y el Levante (Líbano), que desafió el poder de Egipto en la vigésima dinastía egipcia.

Los purasati aparecen en monumentos egipcios con distintivos tocados de plumas que recuerdan a los de los licios y micénicos. Hay confusión sobre el origen de los filisteos. La Biblia dice que eran inmigrantes de Caphtor (Amós 9:7). Aparecen en esa tierra antes de la época de Moisés y antes del juicio de Abraham concerniente a Isaac; por lo tanto, es imposible que pudieran ser “árabes”. Notemos que: “Hicieron, pues, un pacto en Beerseba; y se levantó Abimelec, con Ficol, el jefe de su ejército, y regresaron a la tierra de los filisteos”.

“Y Abraham plantó un tamarisco en Beerseba y allí invocó el nombre del SEÑOR, el Dios eterno”.

“Y moró Abraham en tierra de los filisteos muchos días” (Génesis 21:32-34). Aunque dieron su nombre a la tierra, no eran hijos de Ismael. La Biblia menciona una y otra vez a los filisteos. El Bible Dictionary de Hastings dice: “Políticamente, tenían cinco centros principales, las ciudades de Asdod, Gaza, Ascalón, Gat y Ecrón [1 Samuel 6:17; Josué 13:3; Sofonías 2:4-7, etc.]… su organización política era única… Se distinguían especialmente por su poderío militar. Se pueden recopilar bastantes detalles de su vida social en distintas partes de la Biblia, donde se menciona a sus arqueros, el equipamiento y armas pesadas de su infantería, su organización en centenares y millares, etc. [1 S 31:3, 1 Cap. 10:3, 1 S 29:2]. Las narraciones causan la impresión de que luchaban habitualmente como infantería, aunque también se mencionan cuadrigas y caballería. Tenemos descripciones del tratamiento salvaje que daban a los cuerpos de sus enemigos caídos [I S 31:1; 1 Cap. 10], y de los honores con los que recibían sus mujeres a los guerreros que volvían victoriosos. Pero más significativo que todos esos detalles es el hecho de que esa pequeña nación, con unos pocos cientos de kilómetros cuadrados de territorio, “pudo conquistar una y otra vez Israel y someter a Israel durante generaciones”. (ibíd. Vol. 3, p. 844-5).

En la narración de la victoria de David sobre Goliat, vemos que habían perfeccionado el arte de la metalurgia. Goliat llevaba una cota de malla como la de los europeos, un casco de latón, y transportaba una lanza enorme con una gran cabeza de hierro (1 Samuel 17:4-7). Aunque la “Tabla de las Naciones” del Génesis indica que los primeros filisteos eran probablemente de origen hamita, y por lo tanto, morenos y de piel atezada, posiblemente incluso negros, muchos estudiosos creen que el nombre en sí es de origen semítico. Curiosamente, Hastings dice: “La política de los filisteos era prevenir la existencia de un Israel unido. Mientras David es rey de Judea y tiene un rey rival más al norte, parecen estar satisfechos. Cuando Israel está dividido, la supremacía de los filisteos no corre peligro. Pero cuando proponen que David reine sobre las doce tribus, los ejércitos filisteos se ponen en marcha enseguida [2 S 5:17]. Una situación similar había suscitado anteriormente cuando Samuel se había convertido en juez [1 S 7:7] (ibíd. Pág. 845).

La Franja de Gaza actual lleva el nombre de una de las cinco ciudades principales de los filisteos. Noten que los filisteos eran un pueblo muy diferente a los árabes del este. “Gaza, la ciudad más famosa y meridional de los filisteos, era el final de la gran ruta de caravanas que iba desde Edom, (Turquía) hasta el sur de Arabia, con cuyos beduinos solían estar en buenos términos. Era la avanzadilla de África, la puerta de Asia”, (G. A. Smith), el punto de partida para la invasión de Egipto, y la fortaleza que, segunda en importancia después de la de Laquis, controlaba la ruta marítima a Fenicia y Siria. Es necesario entender la posición de Gaza y sus vínculos de relaciones comerciales con las tribus edomitas y árabes en el sureste y con los filisteos en el oeste” (The Encyclopedia Britannica, 11ª edición, Vol. 21, Pág. 402).

Debemos notar que la propia Biblia hace esta misma distinción entre filisteos y árabes: “También algunos de los filisteos llevaron a Josafat regalos y plata como tributo; y los árabes le llevaron rebaños, siete mil setecientos carneros y siete mil setecientas cabras”.

“Y Josafat creció grandemente y construyó en Judá castillos y ciudades de piedra”.

“Y se hacían muchos negocios en las ciudades de Judá; y los hombres de guerra, hombres de mucho valor, estaban en Jerusalén”. (2 Crónicas 17:11).

La historia bíblica de los primeros habitantes de Palestina empieza con Abraham, que es el progenitor tanto de judíos como de árabes. Abraham era descendiente de Eber y, por lo tanto, hebreo. Dios dijo a Abraham: “Vete de tu tierra, de tu patria y de la casa de tu padre a la tierra que yo te mostraré”.

“Y de ti haré una nación grande y te bendeciré, y engrandeceré tu nombre y tú serás una bendición”. (Génesis 13:1,2). En cierto sentido, la Biblia entera se podría considerar la “familia de un hombre”, pues crea un hilo continuo, que comienza con la llamada a Abraham y termina con las profecías de Cristo en el Sermón del monte de los Olivos y en el Libro de las Revelaciones. Su declaración a los fariseos: “Veréis a Abraham, Isaac y Jacob en el Reino de Dios y vosotros seréis expulsados de él”, establece claramente que Abraham estará en el Reino de Dios con Cristo. Abraham es llamado “padre de los creyentes” y es reverenciado por igual por árabes y judíos.

La fe de Abraham se vio puesta a prueba casi hasta el límite cuando le ordenaron sacrificar a su único hijo al que había esperado tanto. Antes Dios le había dicho: “En cuanto a mí, yo haré una alianza contigo y tú serás el padre de muchas naciones”.

“Y ya no te llamarás Abram, sino que te llamarás Abraham y yo te haré padre de muchas naciones”.

“Y yo te haré muy, muy fértil y haré que salgan naciones de ti y de ti saldrán reyes”.

“Y haré una alianza contigo y con tu semilla después de ti durante generaciones para una alianza duradera, pues Dios estará en ti y en tu semilla después de ti”. (Génesis 17:4-8). Después de la gran prueba de fe a Abraham, Dios le hizo promesas incondicionales. Dijo: “Por mí mismo he jurado, declara el SEÑOR, que puesto que tú has hecho esto y no me has rehusado tu hijo, tu único hijo:

“Que en bendición te bendeciré y en multiplicaciones multiplicaré tu semilla como las estrellas del cielo y como la arena que hay en la orilla del mar; y tu semilla poseerá la puerta de sus enemigos”.

“Y en tu semilla serán bendecidas todas las naciones de la tierra; porque tú has obedecido mi voz”.

“Y Abraham regresó a sus jóvenes, y se levantaron y fueron juntos a Beerseba; y Abraham moró en Beerseba” (Génesis 22:16-18).

La historia de la posesión de la tierra de Palestina por parte de Abraham y de las promesas perpetuas que le hizo Dios es una de las más fascinantes de toda la historia. Sólo entendiendo la llamada de Abraham podemos ganar una perspectiva apropiada de toda la historia de Oriente Medio. En una reciente conferencia de prensa con el primer ministro Benjamín Netanyahu de Israel después de la explosión de una bomba en Tel Aviv, el rey Hussein de Jordania llamó a los judíos y a los árabes “los hijos de Abraham”.

¿Quiénes son los árabes?                                                                                                              

Se había profetizado que los hijos de Abraham se extenderían por todos los puntos cardinales. Su nieto Jacob, cuyo nombre cambiaría por Israel, terminaría llegando a los cientos de millones (“como las arenas de la orilla del mar”) y se extenderían por toda la tierra. Su hijo Ismael se convirtió en el progenitor de los árabes. Su nieto Esaú, hermano de Jacob, es el progenitor de los edomitas, que se cree que son los turcos. Para una percepción más fascinante de la identidad de los Estados Unidos y Gran Bretaña, así como de los alemanes y europeos más antiguos, llamen al (903) 561-7070 o escriban para pedir un ejemplar del libro “Europa y América en la Profecía”.

La frustración de Abram por la esterilidad de su esposa Sarai, lo llevó a decidir engendrar hijos con la sierva egipcia Agar. Hizo eso con el consentimiento de Sarai, y quizá incluso a instancias de ella. “Sarai, la esposa de Abram, no le daba hijos. Y ella tenía una sierva egipcia que se llamaba Agar”.

“Y Sarai le dijo a Abram: ‘El SEÑOR no me ha hecho concebir; te ruego que acudas a mi sierva; puede ser que yo obtenga hijos por ella’. Y Abram escuchó la voz de Sarai.

“Y Sarai, la esposa de Abram, tomó a Agar, su sierva egipcia, cuando Abram había morado diez años en la tierra de Canaán y se la dio a su esposo Abram como esposa”. La poligamia era legal. Era práctica común entre los nobles y los más ricos de las distintas tribus. Sarai, o Sara, como pasaría a llamarse después, razonó para sí que el hijo sería suyo; Agar no sería más que una madre de alquiler.

“Y él entró en Agar y ella concibió; y cuando vio que había concebido, miró con desprecio a su señora”. La naturaleza humana hizo de las suyas y Agar empezó a sentirse como la verdadera esposa. Orgullosa de llevar en su vientre un hijo de Abram, sin duda era ya muy consciente del importante lugar que su hijo y ella ocuparían en el futuro. Sarai perdía su puesto y ella lo ganaba. Sarai, frustrada y estéril, pasaba a ser una paria en su propia casa.

“Y Sarai dijo a Abram: ‘Mi afrenta sea sobre ti. Yo te di mi sierva por mujer y al verse en cinta me mira con desprecio; juzgue el SEÑOR entre tú y yo”. (Génesis 16:1.6).

Abram amaba profundamente a Sarai y le dijo que hiciera lo que quisiera con Agar, pues, después de todo, esta era sierva de Sarai. Sarai empezó a tratarla con tanta dureza, que Agar huyó. Un ángel le habló y le dijo que regresara. Vamos a fijarnos en esas palabras, pues en las promesas de Dios a Agar relativas a su hijo encontramos el origen de muchas naciones árabes: “Y el ángel del SEÑOR le dijo: ‘multiplicaré tanto tu descendencia que no podrá ser contada a causa de su multitud”.

“Y el ángel del SEÑOR le dijo: ‘he aquí que has concebido y darás a luz un hijo y llamarás su nombre Ismael (que significa “Dios oye”), porque el SEÑOR ha oído tu aflicción”.

“Y será un hombre fiero; su mano será contra todos y la mano de todos contra él; y delante de todos habitará… Y Agar dio un hijo a Abram. Y Abram, como le había contado Agar, llamó a su hijo Ismael”.

“Y Abram tenía ochenta y seis años cuando Agar le dio a Ismael” (Génesis 16:9-16). Eso fue once años antes de la llegada de Abraham a Canaán. La profecía era que Ismael sería progenitor de doce príncipes, cada uno de los cuales sería jefe de una tribu por derecho propio. Cuando Dios renovó su promesa a Abraham de darle un hijo de Sara, obviamente, Abraham ya quería mucho a Ismael, pues pidió: “¡Ojalá que Ismael viva ante ti! (Génesis 17:18).

Pero el SEÑOR dijo a Abraham. “Y en cuanto a Ismael, te he oído: he aquí que lo bendeciré y le haré fructificar y multiplicar mucho en él; doce príncipes engendrará y haré de él una gran nación”.

“Pero mi alianza la estableceré con Isaac, el que Sara te dará el año que viene por este tiempo” (Génesis 17: 20,21). Sin duda muchos siervos de Abraham consideraban a Ismael como el heredero lógico. Ismael tenía catorce años cuando nació Isaac, y probablemente un año después se hizo un gran festín para celebrar su destete. “Y el niño (Isaac) creció y fue destetado; y Abraham dio un gran banquete el mismo día que Isaac fue destetado”.

“Y Sara vio al hijo que Agar la egipcia había dado a Abraham burlándose del suyo”.

“Y dijo a Abraham: ‘Echa fuera a esta sierva y a su hijo porque el hijo de esta sierva no ha de ser heredero junto con mi hijo Isaac”.

“Y el asunto angustió a Abraham en gran manera por tratarse de su hijo”.

“Pero Dios dijo a Abraham: No te angusties por el chico ni por tu sierva; presta atención a todo lo que diga Sara porque por Isaac será llamado tu descendencia”.

“Y también del hijo de la sierva haré una nación, por ser tu descendiente” (Génesis 21:8-13). El nombre Isaac significa “risa”, en referencia al momento en que Sara rió al oír que sería madre de un hijo en su vejez (Génesis 18:12).

Sara expulsó a Agar y a su hijo adolescente. Agar, agotada en el desierto y creyendo que la muerta estaba cerca, se alejó cierta distancia de Ismael y lloró, pues no podía ver morir a su hijo (Génesis 21:14-16). Dios intervino de nuevo:

“Y Dios oyó la voz del muchacho que lloraba; y el ángel de Dios llamó a Agar desde el cielo y le dijo: ‘¿Qué tienes, Agar? No temas porque Dios ha oído la voz del muchacho donde está”.

“Levanta, alza al muchacho y sostenlo con tu mano, porque yo haré de él una gran nación”.

“Y Dios le abrió los ojos y ella vio un pozo de agua; y fue y llenó el odre de agua y dio de beber al muchacho”.

“Y Dios estaba con el muchacho, que creció, y habitó en el desierto, y se hizo arquero”.

“Y habitó en el desierto de Parán y su madre tomó para él una esposa de la tierra de Egipto” (Génesis 21:17-21). Agar sin duda quería que su hijo se casara entre su gente.

Kitto’s Bible Cyclopedia dice: “El desierto de Parán, situado en el lado occidental del desierto de Arabia, entre Canaán y el monte Sinaí, se convirtió en el hogar de Ismael… Algunas de las tribus fronterizas con las que los pastores de Abraham tendrían la costumbre de encontrarse y pelear en los pozos de Gerar, Beerseba y En-mishpat probablemente recibieron al marginado en sus tiendas. Su parentesco con Abraham contribuiría a su reclamación personal… Parece ser que en ese periodo el desierto estaba escasamente poblado por descendientes de Joktan, hijo de Eber (de cuyo nombre deriva la palabra “hebreo”), ‘cuyas moradas iban desde Mesha, hasta Sephar, un monte en el este’ (Génesis x. 25-30). Los joktanites, o Bene Joktan, son considerados por los historiadores árabes como los primeros y más honorables progenitores de las tribus árabes (ARABIA; D’Herbelot, Bibliotheque Orientale, s.v. Arabes)… Los joktanites han dejado rastros de sus nombres y asentamientos principalmente en las partes sur y sureste de la península, mientras los islamitas se mantenían más cerca de las fronteras de Canaán (ibíd. Vol. 2. Pág. 430).

Recuerden que Dios profetizó específicamente que los descendientes de Ismael morarían al este de sus hermanos (de Isaac y Jacob, los israelitas). Que Ismael permaneció cerca de las mismas regiones donde moraron Abraham y su familia es obvio por el hecho de que los dos hermanos se encontraron en el entierro de Abraham. “Abraham exhaló el espíritu (expiró o exhaló su último aliento) y murió en buena vejez, anciano y lleno de años y fue entregado a su gente”.

“Y sus hijos Isaac e Ismael lo sepultaron en la cueva de Macpela, en el campo de Efrón, hijo de Sojar el hitita, que está frente a Mamre”.

“El campo que Abraham compró a los hijos de Het; allí fue sepultado Abraham, y Sara su esposa” (Génesis 25:8-10). En el transcurso de los siglos, decenas de miles de personas emparentadas con Abraham habitaron Oriente Medio. En su vejez extrema, engendró seis hijos más con Keturah. “Y de nuevo tomó Abraham una esposa, y se llamaba Keturah”.

“Y ella le dio a Zimran, Joksham, Medan, Midian, Ishbak y Shuah.

Y Jokshan engendró a Shega y Dedan. Y los hijos de Dedan fueron Asshurim, Letushim y Leummim”.

Y los hijos de Midian: Ephah, Epher, Hanoch, Abidah y Eldaah. Y esos fueron los hijos de Keturah” (Génesis 25:1-4). Recordemos que Moisés, muchos siglos después, se casaría con la hija de un sacerdote midianista, descendiente de uno de los hijos de Midian, que era hijo de Abraham.

Ismael engendró doce hijos y un número desconocido de hijas. La Biblia dice: “Estas son las generaciones de Ismael, hijo de Abraham, que la egipcia Agar, sierva de Sara, engendró con Abraham”.

“Y estos son los nombres de los hijos de Ismael, por sus nombres y por sus linajes: el primogénito de Ismael, Nebaiot; Cedar, Abdeel y Mibsam”.

“Y Mismá, Duma y Massa”.

“Hadad, Tema, Jetur, Nafis y Kedemah”.

“Estos son los hijos de Ismael y estos son sus nombres, por sus ciudades y por sus campamentos; doce príncipes por sus naciones (Génesis 25:12-16). Al igual que Jacob, que engendraría doce príncipes, cada uno de los cuales sería el padre de una nación, Ismael también fue el progenitor de doce tribus o naciones. La palabra “nación” no se debe entender aquí en un sentido político, sino en un sentido étnico. La profecía no quería decir que cada hijo de Ismael se convertiría en rey de un país específico ni de una nación política, sino en el progenitor de una tribu.

La profecía decía de Ismael que sería “un hombre fiero”, que “alzaría la mano contra todos y todos alzarían la mano contra él”. Esa frase no se debe entender como un insulto, tal y como se usaría hoy. Más bien implicaba un hombre fiero y duro del desierto; un guerrero que siempre moraría “cerca de sus hermanos”. Kitto, al escribir la historia de las tribus beduinas de las naciones árabes del último siglo, dice: “Han pasado casi 4.000 años desde que los ismaelitas se convirtieron en una nación (en una tribu, no en una entidad política) y, sin embargo, en disposición, en hábitos, en modales, en gobierno, en ocupación y hasta en atuendo siguen igual hoy que al principio” (Kitto’s Bible Cyclopedia, Vol. II, Pág. 431).

Con el paso de los siglos, a medida que los descendientes de Abraham y Keturah se mezclaban con los descendientes de Abraham y Agar a través de Ismael, se desarrollaron muchas tribus distintas en Oriente Medio, que acabaron por ocupar vastas áreas, desde cerca de la India por el este hasta el Mediterráneo, y se extendieron poco a poco por el Norte de África.

“Y no ha sido solo en los confines de su propio desierto donde ‘la mano de los ismaelitas se ha alzado contra todos los hombres’. Inspirados por un fanatismo fiero y liderados por los osados capitanes de Mahoma, llevaron sus victorias hasta las riberas del Oxus y el Indo por el este, y hasta Siria, Egipto, Norte de África, España y la orilla del Atlántico por el oeste” (ibíd. Pág. 431). Noten que la Biblia dice que los hijos de Ismael eran nombrados por sus “ciudades y sus campamentos”, y que eran príncipes “por sus naciones”. Kitto dice: “A este respecto, la narración de la Biblia coincide exactamente con las tradiciones antiguas y la historia de los mismos árabes. Los historiadores árabes dividen a los árabes en dos razas: 1. Árabes puros, descendientes de Joktan; y 2. Árabes mezclados, descendientes de Ismael” (ibíd. Pág. 430).

Durante muchos siglos, los “árabes puros” se conocieron como “beduinos”, que significa “moradores en tierra abierta” o nómadas. El término es “… el nombre dado a la división más importante, pues es la más conocida, de la raza árabe. Los beduinos son descendientes de los árabes del Norte de Arabia cuyas tradiciones reclaman a Ismael como antepasado. Su primera morada parece que fueron los desiertos del Norte de Arabia, pero en los tiempos antiguos emigraron a las tierras bajas de Egipto y Siria. La conquista árabe del norte de África en el siglo VII después de Cristo provocó una gran dispersión, de modo que hoy en día el elemento árabe está muy representado en el Valle del Nilo (los ciudadanos más modernos de Egipto son árabes, no de etnia egipcia), y en los pueblos del Sáhara y nubios” (The Encyclopedia Britannica, 11 edición, Vol. 3, Pág. 623).

Las primeras tradiciones conocidas entre los árabes de Arabia Saudí (la palabra “saudí” es un hombre familiar o tribal) son que su pueblo deriva de dos fuentes, los “… árabes puros, descendientes de Kahtan o Joktan, cuarto descendiente de Sem; y los mustarab o árabes naturalizados, de Ismael” (ibíd. Vol. 2, Pág. 261). Por lo tanto, según sus propias tradiciones, las muchas naciones árabes representan una mezcla de estirpes hamitas y semitas. La misma autoridad dice: “Arabia es tierra de semitas, y muchos estudiosos suponen que ha sido el hogar original de los pueblos semíticos. Aunque no podemos decir que eso esté probado, los estudios lingüísticos y arqueológicos de los estudiosos semíticos han demostrado que es probable. La dispersión desde Arabia es fácil de imaginar. La migración a Babilonia fue sencilla, pues no hay fronteras naturales que la separen del noreste de Arabia… la conexión con Palestina siempre ha estado próxima… La literatura árabe tiene su propia versión de la época prehistórica, pero es totalmente legendaria y apócrifa” (ibíd. Pág. 263).

¿Quiénes fueron los primeros habitantes de Palestina?                                                    

La historia prueba que muchos pueblos llevan nombres que les han puesto otros… a veces nombres que les han dado sus enemigos. Como ejemplo, la palabra “teutón”, adjudicada a las fieras tribus guerreras de Europa central, al norte de las líneas romanas, simplemente significaba “arrojador de lanza”. El nombre de “Deutschland” por Alemania y “dutch” para los habitantes de Holanda, tiene ese antiguo significado.

Es importante notar que los nombres de las nacionalidades raramente reflejan su verdadero origen étnico. Un “americano” es un ciudadano de los Estados Unidos de América, “cuyo nombre procede del nombre de pila del explorador italiano Américo Vespucio”. Sin embargo, un “americano” puede tener muchas docenas de procedencias étnicas distintas. Cientos de naciones modernas llevan nombres que no describen ni remotamente sus primeros habitantes, ni tampoco sus subsiguientes ocupantes. Cristóbal Colón, muy confundido, creyó que había llegado a la India y por eso llamo “indios” a los habitantes aborígenes que encontró. El nombre se mantiene hoy en día. Hay docenas de ejemplos más por todo el mundo.

Otro punto importante es recordar que las personas que viven hoy en Egipto no son el mismo pueblo egipcio de la época de los faraones y el Éxodo. Son árabes, no de etnia egipcia. A este respecto, estudien los orígenes de los “gitanos” y piensen en el origen de los constructores de pirámides de México, Centroamérica y Sudamérica.

Muchas de las tribus de los primeros tiempos en Palestina fueron bautizadas por otros según el lugar en el que moraban o porque poseían ciertas características. Aunque algunos de los nombres de las tribus de Palestina en la época del Éxodo son cuestionables, los mejores estudios las clasifican así: “Los hititas, según el Génesis 23, se extendieron hasta Hebrón muy pronto, pero fueron expulsados del centro de Palestina antes del Éxodo por Tutmosis III (Brughsch, Hist. Egyp. I. 325). Los filisteos (que significa “palestinos”) aparecieron en monumentos en 1.200 antes de Cristo y su dios Dagon era adorado en Ascalón en el siglo XV a. C.; se cree que tenían un origen cretense… pero las restantes tribus llevan nombres semíticos, tales como los cananeos “de las tierras bajas” (¿?) de Sharon y el Valle del Jordán; los perizitas o “aldeanos” (¿?), los quenitas o “hombres de lanza” (¿?), los kenizitas o “cazadores” (¿?); los cadmoneos u “orientales”. Sin embargo, no se puede decir lo mismo de los amalecitas, que parecen haber vivido hasta en el centro de Palestina (Jueces 12:15, aunque a menudo se refieren a ellos como una tribu del desierto al sur de Palestina); ni de los gergeseos, quizá cerca de Gergesa… La población, pues, parece que incluía originalmente tres estirpes distintas, aunque muchos de los nombres anteriores pueden ser descriptivos. Los hititas y los amorreos son muy conocidos; los primeros son una raza sin vello de ojos rasgados y coletas, al parecer mongoles; y los últimos son un pueblo más moreno, de barba y pelo negros, con rasgos aquilinos semíticos. Los grupos hebreos, incluidos amonitas, moabitas y los mestizos ismaelitas y edomitas, se distinguían de los aborígenes por el lenguaje” (A Dictionary Of The Bible, James Hastings, Vol. 3, Pág. 646).

Poco después de la confusión de lenguas en la torre de Babel, las tribus de Sem, Cam y Jafet empezaron a extenderse por esa tierra; Jafet al este, Sem al oeste y Cam desde Oriente Medio hacia el sur. Sin embargo, como hemos indicado arriba, desde los primeros tiempos fueron representantes de las tres estirpes básicas que vivían en Palestina. Los habitantes de Sodoma y Gomorra eran probablemente hamitas. Los hititas eran probablemente jafetitas, pero los ismaelitas y los descendientes de Joktan eran semitas. Los primeros “filisteos” no eran de origen árabe (aunque su nombre está unido a la tierra) sino que eran hamitas. Recordemos que “De aquesta tierra salió Asur y edificó Nínive y la ciudad de Rehoboth y Calah”.

Y Resen entre Nínive y Calah: la misma es una gran ciudad.

“Y Mizraim engendró a Ludim, a Anamim, a Lehabim y a Naphtuhim”.

“Y a Pathrusim, a Casluhim (del que salieron los filisteos) y a Caphtorim”.

“Y Canaán engendró a Sidón, su primogénito, y a Het”.

“Y al jebuseo, al amorreo y al gergeseo”.

“Y al heveo, al araqueo y al sineo”.

“Y al arvadeo, al zemareo y al hamateo; y después las familias de los cananeos se extendieron por el extranjero”.

“Y la frontera de los cananeos iba desde Sidón, en dirección a Gerar, hasta Gaza; y hasta Sodoma, Gomorra, Admah, Zeboim y también hasta Lasa”.

“Esos son los hijos de Cam, según sus familias, según sus lenguas, según sus países y según sus naciones”. Cam era un hombre negro y es el progenitor de las razas negras, de las que hay docenas de variedades. Así vemos que toda la región de Palestina y Oriente Medio, incluido el valle del Tigris y el Éufrates (o “Mesopotamia”, que significa “Tierra entre los ríos”) comúnmente llamada la “cuna de la civilización”, fue poblada originariamente por los tres representantes de los hijos de Noé: Sem, Cam y Jafet. Con el tiempo, las tierras de Oriente Medio se poblaron principalmente con pueblos semitas, aunque también se encontraron familias anteriores de estirpe hamita a lo largo de la llanura marítima y de la costa mediterránea.

Es importante entender que muchas de las personas expulsadas por los israelitas después del éxodo no eran árabes sino de pueblos hamitas.

Cuando el recién constituido pueblo de Israel cruzó el desierto del Sinaí y, cuarenta años después, cruzó el río Jordán y entró en Palestina, encontraron la tierra habitada por muchas tribus diferentes, algunas de las cuales eran de gran tamaño. Hasta tal punto que los espías que habían sido enviados para explorar el terreno quedaron aterrorizados de los “gigantes” que habían visto. Los informes que dieron a Caleb casi causaron una revuelta. Los pueblos de la llanura marítima y de las montañas de Palestina eran conocidos como “los hijos de Anak”; los amalecitas estaban en la parte sur; y había también hititas, jebuseos, amorreos y cananeos. Los amorreos eran gente que vivía en la montaña mientras que los cananeos habitaban junto al Mediterráneo y a lo largo de la ribera occidental del Jordán (Números 13).

Recuerden que Canaán era hijo de Cam, no de Sem. Aunque muchos se han referido a Palestina como “La tierra de Canaán”, el término no está relacionado con la raza árabe.

Esa casi revuelta y su falta de fe en Dios llevaron a la profecía de que ninguno de los mayores de veinte años heredaría la tierra (Números 14:29-32). Sólo los más jóvenes cruzarían el Jordán. Los israelitas, rechazados después del primer intento por heredar la tierra prometida, pidieron paso por su tierra a los edomitas, que eran descendientes de Esaú, hermano de Jacob. Esto es lo que dice la Biblia: “Y Moisés envió mensajeros desde Cades al rey de Edom, diciendo: ‘Así ha dicho tu hermano Israel, tú sabes las dificultades que nos han sobrevenido”.

“Cómo nuestros padres llegaron a Egipto y cómo hemos morado en Egipto largo tiempo; y los egipcios nos esclavizaron, y a nuestros padres”.

“Y cuando clamamos a Jehová, él oyó nuestra voz y envió un ángel y nos sacó de Egipto; y he aquí que estamos en Cades, ciudad al extremo de tus confines”.

“Rogámoste que pasemos por tu tierra; no pasaremos por labranza ni por viña, ni beberemos agua de pozos; por el camino real iremos, sin apartarnos de él a la diestra ni a la siniestra hasta que hayamos pasado tu término”.

“Y Edom le contestó: No pasarás por mi país; de otra manera saldré contra ti con la espada”.

“Y los hijos de Israel dijeron: ‘Por el camino seguido iremos; y si bebiéremos tus aguas yo y mis ganados, daré el precio de ellas: ciertamente sin hacer otra cosa, pasaré de seguido”.

“Y él dijo: ‘No pasarás’. Y salió Edom contra él con mucha gente y mano dura”.

“Así rehusó Edom dejar pasar a Israel por su término, y apartóse Israel de él” (Números 20:14-21).

Después de la muerte de Aaron, el rey de Arad, de los cananeos, atacó a los israelitas y tomó prisioneros. Esto fue lo que pasó: “Y cuando el rey Arad de los cananeos, que moraban al sur, supo que Israel llegaba por el camino de Atarim, lo atacó y se llevó algunos prisioneros”.

“E Israel hizo este voto al SEÑOR y dijo: ‘si entregas este pueblo en mis manos, yo destruiré sus ciudades”.

“Y el SEÑOR escuchó la voz de Israel y le entregó al cananeo; y los destruyó a ellos y sus ciudades; por eso recibió aquel lugar el nombre de Horma (Números 21:1-3). El término “cananeos” fue usado por muchas tribus diferentes que habitaron la tierra de Palestina desde el Valle del Jordán hasta el Mediterráneo. Zefanías profetizó: “Cuidado con los habitantes de la costa, la nación de los cheretites. La palabra del SEÑOR está contra vosotros: ‘Oh, Canaán, tierra de los filisteos, yo te destruiré hasta que no quede ningún habitante” (Zefanías 2:5). El término “cananeo” ha sido objeto de mucho debate porque en lugar de utilizarlo con los primeros descendientes de Canaán, el hijo de Cam, se ha usado con muchos pueblos que han habitado la tierra de Palestina a lo largo de los siglos. La Encyclopedia Britannica (11ª Edición) dice: “… Canaán (refiriéndose a la tierra, no al hijo de Cam) en particular parece ser un nombre árabe. No es una mera hipótesis que, desde el año 4000 a. C. una ola de migraciones semíticas salieron de Arabia e inundaron Babilonia, y posiblemente, más o menos, también Siria y Palestina. También que entre el 2800 y el 2600 a.C. una segunda oleada procedente de Arabia siguió la misma ruta y cubrió no sólo Babilonia, sino también Siria y Palestina y probablemente Egipto [los hicsos] (ibíd. Vol. 5, Pág. 140-141).

Los libros de historia nos dicen que, desde comienzos de la “Edad de Bronce”, empezando alrededor del año 3.000 a. C., fueron llegando sucesivas olas de semitas (de Sem, el hijo de Noé y progenitor de todas las tribus árabes e israelíes) a Palestina.

En el 1479 a. C., Tutmosis III de Egipto conquistó la región. El control egipcio se vio puesto a prueba por otros inmigrantes que llegaban: los habiru (hebreos, no judíos, pero descendientes tempranos de Heber) desde Mesopotamia; los amorreos desde el Líbano, y los hititas desde Anatolia (Turquía actual). Fue entre el año 1200 y el 100 a. C. cuando los filisteos, cuyo nombre significaba “gentes del mar”, se establecieron a lo largo del Egeo y en la llanura marítima de la Palestina actual.

Sobre el 1225 a. C. los israelitas cruzaron el río Jordán después de siglos de cautividad en Egipto y se instalaron en Palestina.

La Encyclopedia Americana dice: “Después del 1150 a. C., el control egipcio (de Palestina) empezó a disminuir; y, con los filisteos como catalítico, tuvo lugar la unificación de las doce tribus de Israel, bajo su primer rey, Saúl, y sus dos grandes sucesores, David y Salomón. En el momento de su muerte en el 973 a. C., David había conquistado Jerusalén, la había hecho su capital y había quebrado el poder de los filisteos” (ibíd. Vol. 21, Pág. 199).

Jerusalén no fue en ningún momento la capital política de ningún estado árabe. Es importante recordar que Israel ocupó la tierra de Palestina después del Éxodo cuando no existía aún la religión del Islam. Los primeros pueblos de Palestina eran totalmente paganos. Muchos practicaban sacrificios infantiles. Eran politeístas, adoraban a Baal (a Nimrod o a Isis) y a varias versiones de Semiramis o “Ishtar”, la madre/esposa de Nimrod y fundadora de la religión misteriosa de Babilonia.

El islam, o “mahometanismo”, la creación de Mahoma, no apareció en la escena mundial hasta más de seis siglos después del nacimiento de la Cristiandad, y más de tres siglos después del Concilio de Nicea en el año 325 d. C. La religión de Oriente Medio fue, al principio, la de los patriarcas después del diluvio y después la de Abraham, Isaac y Jacob, y finalmente la de Israel, cuando fueron sacados de la esclavitud en Egipto y llevados a la tierra prometida. Hay bastantes similitudes entre la religión del Islam y la de Moisés y los musulmanes afirman tener una clara relación con Abraham, no sólo desde un punto de vista religioso sino también étnico.

Mahoma y el Islam

La fe llamada “Islam”, como la llamó Mahoma o Mohamed (en las narraciones se escribe de ambas maneras) es prácticamente universal entre las razas árabes. Sus raíces se encuentran en la vida y enseñanzas de Mahoma, quien, según la tradición, murió el 7 de junio de 632 d. C., o, en el calendario árabe, el 11 D.H. (después de Hégira). La palabra “islam” significa “sumisión” o “rendirse”. Supuestamente tiene sus raíces en la rendición total de Abraham a Dios en la circunstancia del casi sacrificio de Isaac, así como en la dócil rendición de Isaac a la voluntad y el propósito de su padre. Presuntamente, Mahoma construyó su religión con ese concepto y así se menciona varias veces en el Corán.

Mahoma afirmaba ser un “profeta” o un “apóstol”. Utilizó ambos términos en distintos momentos, y el segundo es un término judío. Como afirmaba ser el único portavoz de Dios, acabó convirtiéndose en el “dictador por mandato divino” de su comunidad. Desobedecerle haría que la venganza divina acabara con el desobediente. Se dice que sus primeras visiones las tuvo envolviéndose en una manta, entrando en trance y, después de mucho sudar, murmurando oráculos o plegarias. Según Mahoma, al principio le “indicaron” o eso decía él, que comunicara sus visiones solamente a sus parientes más cercanos.

Con el tiempo, sus seguidores empezaron a pedirle que hablara en público y eso acabó llevando a su salida de la Meca y su “Hégira”, que es su famoso viaje a Medina. La fecha de ese evento es para el Islam lo que a. C. y A.D. (antes de Cristo y “Anno Domine”, “Año de Nuestro Señor”) para los cristianos. The Encyclopedia Britannica, onceava edición, dice: “Rechazamos los relatos de la primera aparición de Mahoma como predicador público, pues son evidentemente comentarios sobre un texto del Corán, y tenemos razones para suponer que se vio obligado por ardientes seguidores, quienes lo impulsaron a avanzar muchas veces en su carrera. Los astutos dirigentes de la comunidad percibían que las afirmaciones de Mahoma llevaban a dictador o autócrata, y aunque ridiculizaban eso de modo natural, algunos parecían ser devotos de los dioses y diosas a los que él atacaba… Al parecer, hubo guerras de palabras, seguidas de intentos diplomáticos y luego del uso de la fuerza; y un periodo en el que la atención de Mahoma se dirigió a convertir extranjeros, lo que resultó en que le ofrecieran y aceptara ser dictador de Yathrib”. (ibíd. Vol. 17, Pág. 403). Yathrib se conocería más tarde como Medina.

En Yathrib había dos tribus importantes llamadas el Aus y el Khazraj, que en aquel tiempo luchaban entre sí. Había también un significativo número de judíos en Yathrib o Medina. Después de una serie de batalles entre las dos tribus, los Khazraj iban venciendo a los Aus. Los judíos no tomaron partido en esa lucha, pero al final se vieron obligados a luchar al lado de los Aus en la batalla de Bu’ath. Mahoma usó un “título divino” que los judíos reconocían, “Rahman” (un nombre común entre los musulmanes hoy en día). Cuando ganaron la batalla, los judíos sin duda lo atribuyeron a la intervención divina.

Cuando Mahoma predicaba sus ideas a la gente de Medina, algunos de sus primeros convertidos parecen haber sido miembros de los Khazraj, que querían asegurarse la ayuda de la deidad israelita durante su próximo conflicto con los Aus. The Encyclopedia Britannica, edición 11ª, dice: “Ese plan se sustituyó por el de invitar al profeta a ir a la Meca como dictador para acabar el feudo y restaurar el orden, un procedimiento que tiene paralelos en la Grecia antigua. A los nuevos conversos se les pidió que hicieran propaganda secreta en Yathrib (Medina), también con ese objetivo. En la siguiente fiesta, algunas de las facciones rivales abrazaron el Islam. Mus’ab b. ‘Umair, un fiel seguidor de Mahoma que se parecía físicamente a él, fue enviado a Yathrib para ayudar en esa tarea… en ese época oímos por primera vez los preceptos del Islam, una serie de propósitos que asumía el converso; abstenerse de adulterio, robo, infanticidio y de mentir, y obedecer a Mahoma completa y honradamente). La conversión general de Yathrib fue obra de dos jefes tribales, Usaid b. Huraith y Sa’d b. Mu’adh, ambos ausitas. Muchos siguieron su ejemplo y las conversiones se extendieron deprisa. En la siguiente fiesta de la Meca, una delegación de setenta habitantes de Yathrib llevó a Mahoma una invitación formal, que él aceptó después de imponer ciertas condiciones” (ibíd. Vol. 17, Pág. 403-404).

Mahoma, con la fuerza de su personalidad y sus pretensiones de autoridad divina, había conseguido causar un efecto profundo no sólo en los aus y los yathribitas, sino también en los magnates de la Meca, que lo veían ya como a un gran enemigo. La misma autoridad dice: “Aunque las transacciones con la gente de Yathrib se habían llevado a cabo en un profundo secreto, la naturaleza del contrato de Mahoma con sus nuevos adeptos se divulgó de algún modo entre los magnates de la Meca, que vieron el peligro de permitir que un enemigo implacable se estableciera en la ruta de sus caravanas hacia el norte. La regla que prohibía el derramamiento de sangre en la ciudad sagrada fue suspendida, pero se tomaron elaboradas precauciones por las que todas las tribus (excepto el clan de Mahoma) deberían compartir la culpa, que así se extendía por toda la comunidad. Cuando el comité designado para cometer el crimen (su intención era matarlo) llegó a casa de Mahoma, se encontraron con que era demasiado tarde; Mahoma había partido ya dejando a Alí en su lecho”. (ibíd. Vol. 17, Pág. 404). Hay mucha literatura disponible relativa a los ataques de Mahoma a caravanas, incluido el nombre de la primera persona que murió luchando contra una fuerza musulmana. Fue ‘Amr b. al-Hadrami, miembro de una caravana que atacaron los seguidores de Mahoma al comienzo del sagrado mes de Rajab. Mahoma había decidido aprovechar su autoproclamado poder para hacer y deshacer y había ordenado el ataque en un momento en el que los asaltos eran desconocidos y las caravanas se sentían seguras. Unos meses después, Mahoma organizó un ataque contra una caravana que volvía de Siria y que lo había eludido el año anterior. Organizó una banda de 300 hombres, entre ellos un gran número de adeptos que se hacían llamar “ayudantes”. El jefe de la caravana se enteró de algún modo del ataque inminente y llegó a su destino a marchas forzadas.

Más tarde hubo una batalla importante entre habitantes de la Meca y seguidores de Mahoma el 17 de marzo del 624 d. C., en la que Mahoma obtuvo una victoria decisiva que atribuyó a la intervención divina. Afirmó que Dios había enviado un regimiento de ángeles a luchar a su lado mientras que el diablo había confundido a los de la Meca.

The Encyclopedia Britannica (11ª edición) dice: “En las narraciones que nos han llegado y que parecen ser auténticas, el resultado parece ser fruto de la excelencia de la disciplina musulmana y la ausencia total de disciplina en el lado de los de la Meca. Se dice que el propio Mahoma se desmayó al ver la primera sangre y tuvo que permanecer durante la batalla en una choza hecha para él, a la que se ataron camellos veloces para ser usados en caso de derrota; pero esas narraciones le atribuyen la táctica, aunque el crédito por la estrategia se lo dan a un tal Hobab b. al-Mondhir. Varios de los viejos enemigos de Mahoma y amigos de los mecanos perecieron en esa ocasión, uno de ellos Abu Jahl, su tío… otro tío hostil, Abu Lahab, que aparece maldecido en el Corán, no estaba presente pero murió poco después de la batalla” (ibíd. Vol. 17, Pág. 405).

Esta es una fecha importante en la tradición mahometana, llamada “el Día de la Liberación”. La historia de la ayuda sobrenatural a Mahoma aplacó los sentimientos de los derrotados mecanos; Mahoma ganó en popularidad y pudo atacar a sus enemigos en Medina. La misma autoridad dice: “Una de las secuelas de la victoria fue una serie de asesinatos que acabaron con críticos de sus acciones” (ibíd. Vol. 17, Pág. 405). “Assassin” fue en su origen el nombre de un asesino secreto y deriva de “hachís”, un opiáceo que se hace con el jugo de las hojas de la cánnabis. Los “haschishins” se convirtieron en “assassin”, que en su origen fue el nombre de una rama de la secta chiita, conocidos como “ismaelitas”, fundados por Hassan ibn Sabah.

Mahoma acabó conquistando la Meca y, años después, toda la península Arábiga. Sus horizontes siguieron expandiéndose. “Se dice que el profeta pudo contemplar la conquista de Persia en el año 5 DH, cuando se excavó la famosa trinchera, pero no fue hasta el año 7 DH, a punto de salir de la Meca, cuando el profeta concibió la idea de enviar misivas a todos los soberanos y potentados conocidos, prometiéndoles seguridad si, y sólo si, abrazaban el Islam. Así fue como Mahoma imaginó una eventual conquista del mundo. La Britannica dice: “El profeta afirmó siempre que su revelación confirmaba las Escrituras judías y cristianas, una afirmación razonable, aunque su conocimiento de ambas era muy vago y erróneo. Aun así, reprodujo el Antiguo Testamento tan fielmente como pudo, y aunque se esfuerza patrióticamente por dar lustre a su supuesto antepasado Ismael, no parece haber cuestionado la teoría bíblica según la cual el fundador de los pueblos del norte de Arabia fue hijo de una sierva… incluso admite que Israel era el pueblo elegido” (ibíd. Pág. 407).

La religión de Mahoma – El Islam                                                                              

El hombre árabe de Dios es “Alá”, que es de origen parecido al hebreo “Elohim”. Para los muchos nombres, títulos y atributos de Dios en la Biblia, vean los “Nombres y Títulos Divinos”, sección bajo el nombre de “Dios” en la Oxford King James Version of the Bible, o las notas y apéndices en la Companion Bible, de Bullinger.

Hay muchas similitudes entre el Islam y el judaísmo, pero también hay marcadas diferencias. Como religión monoteísta, el Islam insiste, en su primer artículo de fe, en que “No hay más Dios que Alá”, que es una de las afirmaciones más comunes de la doctrina islámica. Los musulmanes o adeptos del Islam creen que Dios es uno; es preexistente (anterior a todas las cosas); es omnipotente y omnisciente. Creen que es el creador de todas las cosas y, según el Corán, “no procrea ni fue procreado, y no existe nada que se le asemeje”.

Y el segundo artículo de fe es creer que Mahoma, o Mohamed o Mehmet (turco) es el mensajero de Dios en la tradición de Noé, Abraham, Moisés o Jesucristo. Los musulmanes creen que Jesucristo fue un “profeta” de Dios, pero no lo aceptan como Mesías. Más bien creen que Mahoma fe el último y el más importante de todos los profetas y que ascendió al cielo desde el lugar de la Cúpula de la Roca en Jerusalén.

Así como los cristianos, o al menos algunos, creen que la Biblia es la palabra de Dios revelada, los musulmanes creen que el Corán es la palabra de Dios que fue dictada, palabra por palabra, por el arcángel Gabriel. Otra creencia es que el Corán sólo debería ser estudiado y repetido en la “lengua original” o árabe, y que el Corán original está en el cielo –el “séptimo cielo”-, guardado por Dios y los ángeles.

Igual que en los ritos de purificación del Levítico, los musulmanes creen que nadie debería ni tocar el Corán sin antes hacer ritos de purificación y abluciones. Al igual que en la Biblia, los musulmanes creen en ángeles; que son espíritus superiores a los humanos, y los nombres que les dan son parecidos a los de la Biblia.

Así como un hombre hambriento ansía comida y agua, parece que fue así como los moradores del desierto imaginaron el “paraíso” o “cielo”, como un lugar con sombra y agua, con comodidades, relajación, disfrute y placeres sensuales. El Corán afirma: “Él los había recompensado por todo lo que habían soportado (como morir en la guerra o volándose en pedazos en un autobús israelí), con el Paraíso y atuendo de seda, reclinados en divanes. No conocerán sol ardiente ni frío intenso. Estarán en sombra y la fruta colgará a su alcance. Colocarán recipientes de plata a su alrededor y vasos como jarras hechos de plata cuya medida fijarán ellos mismos. En ellos beberán una copa de mezcla de jengibre de la fuente llamada salsbil. Entre ellos circularán muchachos de juventud eterna a los cuales, cuando veas, tomarás por perlas esparcidas. Y cuando veas eso, verás bendición y situación elevada. Su atuendo será de fina seda verde y brocado de oro. Con brazaletes de plata se adornarán y su Señor les dará de beber una bebida pura” (Corán 76:12-12).

No se dice nada de cuál será la “bebida pura” que beberán en la versión islámica del cielo ni de por qué hay metales tan mundanos como la plata y el oro ni por qué encontrarán frutas, que son totalmente biológicas, en el Paraíso. Muchas religiones imaginan una huida de lo mundano a un “nivel más alto” de existencia y, aunque admiten que dicha transición es totalmente espiritual, tienden a creer en recompensas puramente físicas, tales como el descanso, la ropa fina, hogares lujosos y buena comida.

Imaginar placeres de los cinco sentidos parece absurdo e ilógico, puesto que, según la creencia, es solo el “alma” o “espíritu” lo que entra en el Paraíso y no un organismo metabólico físico que depende de la comida y la bebida para sobrevivir.

Los creyentes islámicos imaginan también un día del juicio final, creen en la inmortalidad del “alma” y, curiosamente, igual que millones de cristianos, creen en un fuego del infierno que arde sin parar y donde los condenados serán torturados eternamente.

Con el tiempo, profesores islámicos explicaron que el “infierno” constaba de siete divisiones, donde los que habían obrado mal eran sometidos a varios grados de tortura dependiendo de los grados de su maldad.

Igual que muchas otras religiones, incluidos algunos adeptos de la “Nueva Era” y creyentes en alienígenas del espacio exterior o en una “nave nodriza” que viaja detrás de un cometa, la religión entera del Islam se basa en el concepto de la “inmortalidad del alma”.

A diferencia del cristianismo nominal, el Islam no es meramente una “creencia” que está separada de los objetivos vitales y de la conducta de uno. Millones de cristianos nominales trabajan juntos, juegan juntos, disfrutan de contacto social, pero asisten a iglesias distintas y creen cosas muy diferentes. El Islam, por su parte, exige una práctica constante hacia el exterior.

Ningún pastor de una iglesia cristiana nominal sabe si sus parroquianos rezan o no, aunque pueda dar sermones exhortándolos a rezar. Pero el Islam exige reconocer verbalmente a Dios y reconocer verbalmente que Mahoma es su profeta.

Hay cinco “deberes” religiosos en el Islam. El primero es el que hemos expresado más arriba. El segundo es practicar todos los días cinco actos de oración prescritos legalmente. En mis muchas visitas a Oriente Medio, tengo emotivos recuerdos de las voces grabadas que emanan de los altavoces de los minaretes desde Amán hasta el Cairo y desde Jerusalén hasta Estambul, y resuenan en las ciudades con la “llamada a la oración”.

Millones de árabes se arrodillan en mezquitas de todo el mundo en hileras ordenadas, escuchando las plegarias mientras tocan repetidamente con la frente la alfombra del suelo. Los preparativos prescritos para la oración incluyen ceremonias de purificación y ablución. Después de las abluciones requeridas (en ausencia de agua, se puede usar arena o tierra), los musulmanes se colocan mirando en dirección a la Meca, recitan varias fórmulas y, arrodillándose en el suelo, realizan cierto número de genuflexiones. Eso lo hacen al amanecer, al mediodía, a media tarde, al atardecer y por la noche.

Muchos árabes ricos de los países ricos en petróleo, como Arabia Saudí, poseen aviones privados de lujo, incluidos algunos tan grandes como el Boeing 747. Yo vi los bocetos y diseños interiores de uno de esos aviones que estaban preparando para el rey de Arabia Saudí. Mostraba una gran habitación de lujo con un apuntador giratorio montado en una burbuja en el techo que siempre señalaba hacia la Meca independientemente de la dirección en la que volara el avión. Así, en el momento indicado, las personas a bordo podían reunirse en la sala grande, reproducir las plegarias islámicas grabadas en casete e inclinarse hacia la Meca.

El tercer deber del Islam es dar limosna, que, en los primeros años de la religión, recogían funcionarios nombrados con ese propósito, y se suponía que se usaba para construir mezquitas y ayudar a los pobres. A medida que la religión se extendió por el mundo, la práctica de dar limosna se convirtió en algo personal.

El cuarto deber es el ayuno de Ramadán, supuestamente el mes en el que fue revelado el Corán. Puesto que el primer calendario usado por los musulmanes fue lunar, el Ramadán puede rotar entre los distintos meses del calendario solar y caer incluso en el calor del verano. El “ayuno”, sin embargo, sólo hay que hacerlo desde el amanecer hasta el ocaso. Y uno puede comer todo lo que quiera desde el ocaso hasta el siguiente amanecer.

La quinta obligación es realizar al menos una vez en la vida la peregrinación a los lugares sagrados de Arabia, preferiblemente la Meca. La palabra árabe para peregrinaje es “hajj”. Una vez que el musulmán ha hecho dicho peregrinaje, tiene derecho a colocar esa palabra como un título delante de su nombre. Un libro que yo recomiendo mucho es “El Peregrino” de Leon Uris, el famoso autor de “Éxodo”, que ofrece un punto de vista fascinante sobre las actitudes de los árabes e israelitas que vivieron codo con codo en Palestina durante décadas antes de la creación del estado de Israel y de la Guerra de los Seis Días de 1967.

Según al menos una secta islámica, hay una sexta y última obligación, y es el deber de hacer la guerra santa o “yihad”. Ese punto de vista ve al Islam como ocupando una zona del mundo; zona en la que reina la paz. La otra zona está ocupada por no musulmanes y es el deber de todo musulmán llevarlos a las filas del Islam. Un pasaje del Corán dice: “Luchad en el camino de Alá contra aquellos que luchan contra vosotros, pero no seáis los agresores; pues verdaderamente, Alá no ama a los agresores. Y matadlos donde los encontréis y expulsados de los lugares de los que os expulsaron ellos, pues la persecución es peor que la matanza”.

Eso es especialmente significativo a la luz de la situación actual en Palestina. Al igual que los “kamikaze” (“viento divino”), los terroristas suicidas de Japón en las últimas fases de la guerra del Pacífico durante la II Guerra Mundial, los fanáticos islámicos se convirtieron en terroristas suicidas volándose en pedazos en autobuses atestados o en cafeterías llenas de gente y en centros comerciales. Creen que tendrán garantizada la entrada instantánea a la versión islámica del paraíso si pierden la vida matando “infieles”, personas que no creen en el Islam.

A los cristianos que creen en las enseñanzas de Jesucristo, quien dijo: “Ama a tus enemigos”, les resulta difícil comprender la profundidad de ese odio o de esa creencia fanática. Para los cristianos, esta vida física es preciosa, un don de Dios durante el cual tenemos que esforzaros por seguir las enseñanzas de Cristo y de la Biblia. Desgraciadamente, hay poca defensa contra un terrorista suicida decidido, como han demostrado muchos sucesos a lo largo de los años en Israel. Las enseñanzas de Mahoma terminaron extendiéndose por Oriente Medio y África; llegaron hasta Paquistán y Malasia, y a Filipinas e Indonesia. Una de cada siete personas que habitan la tierra es un musulmán. Mahoma vivió en la Meca, ciudad que no aparece en ninguna parte en las narraciones históricas antiguas. Su religión preislámica era casi con seguridad pagana y tenían un santuario en forma de piedra negra llamado “Cubo” (en árabe “ka’ba”). En el siglo IV del Islam, la piedra negra fue robada por los carmatianos, pero luego la devolvieron (aunque nunca se demostró que fuera la misma piedra).

El Islam, como todas las religiones, tiene sus detractores y desertores, así como líderes potenciales de ramas con intereses propios. Una de esas sectas fue la de los carmatianos, o “curmatianos”, que tomaron su nombre de Hamdan Qarmat, que se convirtió a lo que entonces se llamaba “la religión de los ismaelitas” o “Islam”. Vivió en Irak. Su profesor fue Hosain al-Ahwazi, hijo de un chiita persa, Abdallah ibn Maimun, que introdujo varios “grados” de una “sociedad secreta” en la religión para atraer seguidores. Al igual que en muchos cultos y sectas, uno de los requerimientos principales era una sumisión personal estricta a líder.

Y también al igual que en muchos cultos, una vez que uno se había iniciado en la fe, iba avanzando de nivel hasta que pasaba por siete grados. Eso se amplió más tarde a nueve. En la primera fase, el creyente pagaba una suma de dinero, hacía un juramento de obediencia plena y entonces le enseñaban que había un “misterio” en el Corán que sólo podía explicarlo un profesor especial, un imán. A medida que iba avanzando en las distintas fases, le iban mostrando que la doctrina de los profesores de la corriente principal del islamismo estaba equivocada y solo los imanes eran infalibles.

Aprendían que siempre “había habido un imán”, ya fuera abiertamente o en secreto, y que, puesto que un imán no podía equivocarse e Is’hmail, el hijo mayor del sexto imán, había bebido vino, entonces beber vino no podía estar mal. Los fundamentalistas islámicos prohíben terminantemente consumir bebidas alcohólicas.

Para cuando el adepto había pasado por el quinto nivel de las doctrinas secretas, había dejado de creer en el Islam. Se dice que esa doctrina seguía existiendo en Siria, Arabia e India, así como en Zanzíbar, a principios del siglo XX.

Los abasíes, selyúcidas y otomanos                                                                                

Poco después de la muerte de Mahoma, surgieron varias dinastías que acabaron por gobernar sobre todo Oriente Medio. En la cubre del Imperio Otomano, la religión islámica se extendía desde Viena, en Austria, hasta muy en el interior de India.

El tío más viejo de Mahoma fue “Abbas”, que vivió del 566 al 652 d. C. Su familia se consideraba heredera legítima del profeta Mahoma, en competencia con los omeyas, los descendientes de Umayya, que reclamaban el mismo derecho. La palabra “califa” significa “sucesor”. Poco después de la muerte de Mahoma, hubo varias discusiones sobre quién era su legítimo sucesor. Hay mucha historia disponible para alguien que quiera estudiar seriamente los califatos y el desarrollo gradual del Islam. Resumiendo, los ciudadanos de Medina querían controlar ellos sus asuntos y, después de la muerte de Mahoma, deseaban nombrar califa, o sucesor, a uno de ellos. El término, con el tiempo, llegó a significar “gobernante” más que “sucesor”.

Hubo tres divisiones principales entre los gobernantes del este que eran “califas”. Consistieron en los primeros cuatro califas, que fueron los sucesores inmediatos de Mahoma, los califas omeyas y los califas abasíes. The Encyclopedia Britannica (11ª edición) dice: “Durante el segundo periodo de los omeyas, algunos representantes de la familia (los abasíes) estuvieron entre sus oponentes más peligrosos, en parte por la habilidad con la que socavaron la reputación de los príncipes reinantes con acusaciones contra su ortodoxia, su carácter moral y su administración en general, y en parte por su astuta manipulación de envidias internas entre los súbditos árabes y no árabes del imperio” (ibíd. Vol. 1, Pág. 10). Definitivamente, no hay nada nuevo bajo el sol. Hasta el día de hoy se utilizan tácticas idénticas por parte de potenciales líderes religiosos que intentan conseguir adeptos mediante acusaciones contra personas a las que perciben como competidores o contra antiguos líderes.

Los selyúcidas, que siguen presentes en la Turquía europea y asiática actual, heredaron su poder del entonces decadente califato de Bagdad.

Desde el siglo XI hasta época relativamente reciente (al final de la I Guerra Mundial), el Medio Oriente y Palestina estuvieron gobernados por los turcos. Los selyúcidas eran miembros de familias turcas que formaron varias dinastías a lo largo de más de tres siglos. Su gobierno constituye la primera parte de la historia del Imperio Turco.

Llegaron de los desiertos del Turquestán (el término significa “uno que parece turco”), y eran sin duda edomitas. Su ascensión al poder reestableció el poder del Islam ortodoxo, acabando con la influencia subversiva de las normas ultrachiitas de la religión, que amenazaban la misma continuidad del Islam. Los primeros sultanes selyúcidas fueron Toghrul Beg, Chakir Beg e Ibraim Niyal. Seljuk era su abuelo.

Hay mucha literatura disponible de estas dinastías. Con la única excepción en el tiempo de algunas cruzadas, los selyúcidas, seguidos de los otomanos, gobernaron Palestina, y por lo tanto Jerusalén, durante muchos siglos.

La leyenda dice que Oghuz, hijo de Kara Khan, fue “el padre de los turcos otomanos”. El Imperio Otomano gobernó Oriente Medio durante setecientos largos años. Es muy importante notar que ni una sola vez en ese vasto periodo de tiempo hubo ninguna sugerencia por parte de ningún líder árabe o turco para que se estableciera un “estado palestino árabe separado” en Palestina ni para convertir a Jerusalén en una capital política.

Durante los muchos siglos del Imperio Otomano, la espada del Islam avanzó hasta las puertas de Viena, conquistó gran parte de los Balcanes y, en cierto momento, se extendió desde India hasta Austria. Necesitaríamos un libro muy largo para detallar sólo una parte de esa vasta historia, de las intrigas, guerras, tratados, traiciones y asesinatos que se produjeron. Como ilustración de esa inmensa historia de las raíces del conflicto actual sobre Palestina y Jerusalén, vean este extracto de The Encyclopedia Britannica (11ª edición) relativo a los intereses del zar de Rusia en Turquía (algunos geográficos y naturales y otros provocados por guerras y conflictos pasados): “Por su acuerdo (del zar Nicolás) con las otras potencias en el tema de Mehemet Ali, el zar había retirado su exigencia de ser una influencia única en Constantinopla y empezaba a resucitar la idea de terminar con el gobierno otomano en Europa, una idea que había abandonado de mala gana en 1829 en respuesta a la opinión unánime de sus consejeros. En 1844, aprovechó una visita a Egipto para proponer a ministros británicos un plan de partición, según el cual, Gran Bretaña recibiría Egipto y Creta, Constantinopla quedaría como ciudad libre y los estados de los Balcanes serían autónomos bajo la protección de Rusia. Esa propuesta, como era de esperar, solo sirvió para suscitar recelos sobre los planes de Rusia; fue rechazada amablemente y toda la Cuestión Oriental se abandonó hasta que, a principios de la década de 1850, la resucitó un incidente trivial en sí mismo pero cargado de futuros problemas: una pelea entre monjes católicos y ortodoxos griegos sobre los Santos Lugares de Palestina” (ibíd. Vol. 27, Pág. 459, énfasis añadido).

Las consecuencias de esa pelea fueron inmensas. Al final resultaron, como vamos a ver, en una división de toda la región; una vasta área, desde Austria a Paquistán, gobernada por las tres potencias principales, Rusia, Francia y Gran Bretaña, que saldrían victoriosas de las guerras de los siguientes cincuenta años, incluida la I Guerra Mundial.

Mucho antes del nacimiento de Mahoma, la religión cristiana nominal había reclamado los “Lugares Santos” de Jerusalén y alrededores. Se fundaron monasterios y se construyeron catedrales. Cuando después la Iglesia Católica se separó entre la Ortodoxa Griega y la Iglesia de Roma, era inevitable que hubiera rivalidad entre las dos iglesias. Recuerden que el cristianismo nominal precedió al islamismo en Palestina en ochocientos años. Hoy la fuente de lucha es el conflicto entre el Islam y el judaísmo, con el mundo cristiano nominal observando muy preocupado debido a los recursos vitales en Arabia Saudí y en los estados del Golfo. Mucho antes, el conflicto se produjo entre la Ortodoxia Griega y la Iglesia Católica Romana, y entre ambas religiones cristianas y el Judaísmo. El Islam fue el último en llegar a escena.

Como resultado del conflicto entre los monjes ortodoxos y católicos en Jerusalén en 1850, Napoleón III entregó al Gobierno otomano de Constantinopla una petición formal para restituir los derechos de los sacerdotes católicos en Jerusalén. Como manifiesta la autoridad citada más arriba: “Ahora estaba claro que aquello no era tanto un problema como una competición entre Francia y Rusia por la influencia primordial en el Este, una competición a la que Gran Bretaña se vería arrastrada inevitablemente” (ibíd. Vol. 27, Pág. 460). Esto es importante. Los intereses de Gran Bretaña eran fundamentalmente económicos, aunque durante el periodo de las Cruzadas en Palestina se vieran alimentados por conflictos religiosos. Se hicieron concesiones, en las cuales el Gobierno británico pidió un compromiso sobre Constantinopla, por el cual se otorgaban derechos iguales a los protestantes y mahometanos y los turcos otomanos ofrecían “protección”. Pero ni Napoleón ni Nicolás querían de verdad un acuerdo. Napoleón quería una guerra para extender el Imperio Francés y Nicolás quería una guerra porque quería expulsar a los musulmanes de Europa, especialmente de los Balcanes. La influencia del Islam en los Balcanes plantó las semillas que han fructificado en guerras genocidas durante siglos, incluida la desintegración de la antigua Yugoslavia en época reciente, y la prolongada carnicería que tuvo lugar entre serbios (muchos de los cuales son griegos ortodoxos) y croatas (muchos de los cuales son musulmanes) en Bosnia.

Nicolás creía que Francia “… jamás acudiría en solitario en ayuda de Turquía; Austria se vería obligada, como mínimo, a una neutralidad benevolente, en “gratitud” por la ayuda recibida en 1849; el rey de Prusia simpatizaría con una cruzada cristiana; Gran Bretaña, donde la influencia del espíritu de “paz a cualquier precio” de John Bright y Richard Cobden parecía estar en auge, no intervendría. Nicolás incluso esperaba simpatía activa de Gran Bretaña… El ejército ruso fue movilizado a principios de 1853 y el príncipe Menshikov… fue enviado a presentar (al zar Nicolás) un ultimátum (relativo a los Santos Lugares de Jerusalén) en Constantinopla” (ibíd. Pág. 460).

El 22 de abril, los ministros franceses, rusos y británicos llegaron a un acuerdo sobre los Santos Lugares. Menshikov, no obstante, entregó su ultimátum al Gobierno otomano y ese mismo día entraron tropas rusas en los Balcanes. Eso produjo mucho nerviosismo en Gran Bretaña, donde el Gobierno intentaba todavía preservar la paz en la región. Pero era demasiado tarde. Rusia quería a los otomanos y al Islam fuera de los Balcanes.

Aquello resultó en la Guerra de Crimea. El Gobierno turco declaró la guerra a Rusia a principios de octubre de ese año, y las flotas francesa y británica cruzaron los Dardanelos con el mensaje claro para el zar Nicolás de que, mientras los rusos no pasaran de la boca del Danubio, se mantendría el status quo. Para Nicolás, eso equivalía a una declaración de guerra, porque no tenía intención de parar en el Danubio. Las fuerzas navales rusas atacaron y masacraron a un escuadrón turco en el puerto de Sinope, lo que provocó que las flotas francesa y británica entraran juntas en el Mar Negro.

La guerra terminó después de que las fuerzas británicas y francesas desembarcaran en Crimea en 1854 y se firmara el Tratado de París en 1856. Las provisiones del tratado eran las siguientes: “Rusia abandonaba toda pretensión de instaurar un protectorado sobre los cristianos de Turquía, y de tener un derecho de interferencia exclusivo sobre los principados del Danubio (las Bulgaria, Rumania y Serbia actuales, entre otros), entre los cuales se restauraba Besarabia; la navegación por el Danubio se declaraba libre y se colocaba bajo la supervisión de una comisión internacional; el Mar Negro quedaba cerrado a los barcos de guerra, pero abierto a las banderas comerciales de todos los países; la frontera asiática entre los dos imperios (Rusia y Turquía) permanecía sin cambios; Turquía era admitida en el concierto de Europa”. El tratado también establecía “… una amplia autonomía local para las comunidades cristianas (incluidos protestantes, católicos y ortodoxos griegos de Jerusalén). Sin embargo, fanáticos estallidos de violencia de mahometanos contra judíos y cristianos en Yida y Siria terminaron con la ocupación francesa, que a su vez resultó en autonomía para El Líbano. Las tres potencias victoriosas nombraron un gobernador cristiano y el acuerdo duró muchos años.

Recordarán que la sangrienta guerra civil que destruyó Beirut, en Líbano, llamada antes “El París de Oriente Medio”, y que segó muchas vidas, fue principalmente un choque entre cristianos maronitas, falangistas y fundamentalistas islámicos. En 1958, Estados Unidos se vio arrastrado al conflicto cuando los marines desembarcaron en Líbano y permanecieron desde mayo hasta octubre de 1958. La historia de la guerra civil de Líbano entre los maronitas, falangistas y otros grupos cristianos y los grupos radicales musulmanes y palestinos árabes es una historia sangrienta y repelente. Murieron más de 60.000 personas y se perdieron miles de millones de dólares en daños durante la guerra civil en 1975-1976. Israel ocupó dos veces Líbano. En 1983, 50 personas murieron en un ataque terrorista en la Embajada estadounidense, y el 18 de abril de ese año, 241 marines estadounidenses y 58 soldados franceses fueron asesinados en un gran ataque suicida contra sus barracones.

Todavía hoy, soldados israelíes siguen ocupando una porción del sur de Líbano, donde los frecuentes ataques terroristas y la respuesta israelí en forma de ataques aéreos y por mar y descargas de fuego de artillería han desplazado de las casas de medio millón de civiles.

El Imperio otomano se unió a Austria-Hungría y Alemania en la I Guerra Mundial, lo que resultó en una victoria británica en Palestina cuando el general Allenby derrotó a los turcos en 1917.

Se aceptó la declaración de lord Balfour, que ofrecía una “patria nacional judía”. Hasta ese momento, Palestina había sido controlada durante muchos siglos por distintos califatos y por los otomanos. Jamás hubo ningún intento, por parte del califato de Bagdad ni del Imperio Turco Otomano por proporcionar un “Estado Palestino” separado ni tampoco por hacer de Jerusalén una capital política. Como resultado de la Declaración de Balfour, empezó una fuerte inmigración judía en 1920, cuando se estableció un mandato palestino británico. La ola de refugiados e inmigrantes aumentó considerablemente en la década de 1930, con los judíos huyendo de la Alemania de Hitler y de otros países de Europa. En 1922, el territorio al este del Jordán se separó del Mandato Palestino y se convirtió en “Transjordania”.

Israel, Jordania y los refugiados palestinos árabes                                                    

Cuando se conoció a nivel general la verdad del “holocausto” en los últimos meses de la II Guerra Mundial, el mundo civilizado quedó atónito. Millones de judíos habían sido matados de hambre, gaseados y cremados en campos de concentración de Alemania y Europa del Este. Nombres como Auschwitz, Buchenwald, Dachau, Maidenek y Belsen están grabados en las mentes de generaciones. El “Yad Vashem” en Jerusalén, el Memorial del Holocausto Judío, es un museo que impacta al visitante como ningún otro. Las fotografías de tamaño natural de atrocidades nazis se graban profundamente en la mente y conmueven de un modo inolvidable.

A ese respecto, sólo hay que investigar las docenas de títulos disponibles sobre ese infame periodo para entender. El mundo encontró una conciencia colectiva cuando en 1947, las Naciones Unidas votaron la partición de Palestina. Como en otros intentos de partición de poder entre antagonistas, el último de los cuales fue el desastroso intento por hacer eso en el caso de Bosnia-Herzegovina después de la desintegración de Yugoslavia, el plan de partición estaba condenado al fracaso desde el principio.

Las Naciones Unidas, muy conscientes de la constante tormenta política en Palestina crearon una “Comisión Especial para palestina” (UNSCOP), para estudiar el problema y sugerir “… las propuestas que considere apropiadas para la solución del problema de Palestina”. El punto de vista mayoritario fue que el mandato de las potencias en Palestina debía “terminar lo antes posible” y que se debían crear dos estados; uno judío y otro árabe; que debía darse una “unión económica”, pero Jerusalén debía quedar excluido de ambos estados y convertido en un “corpus separatum”, una “entidad separada”, de modo que no fuera la capital política de ningún estado sino que siguiera siendo una ciudad abierta con acceso libre a los adeptos de las tres grandes religiones monoteístas.

Los árabes rechazaron la propuesta. Los judíos la aceptaron, pero dejaron claro que no estaban de acuerdo con la exclusión de Jerusalén. La Resolución 181 (11) fechada el 19 de noviembre de 1947, respetaba el punto de vista mayoritario de UNSCOP y pedía que las fuerzas militares de los territorios del Mandato fueran evacuadas de Palestina antes del 1 de agosto de 1948. Y así fue, los británicos se retiraron por fin de Palestina el 14 de mayo de 1948. Ese mismo día, el “Consejo Provisional Nacional Judío” proclamó el “Estado de Israel” y envió un telegrama al Secretario General de la ONU al día siguiente.

La declaración es tan importante para los israelíes como la Declaración de Independencia de 1776 lo es para los estadounidenses. Un fragmento de ella dice: “La Tierra de Israel (Eretz-Israel) fue el lugar de nacimiento del pueblo judío… En el año 1897 el primer Congreso Sionista… proclamó el derecho del pueblo judío al renacimiento nacional de su país. Ese derecho fue reconocido en la Declaración de Balfour de 1917 y reafirmado en el Mandato de la Liga de Naciones, que… sancionó internacionalmente la conexión histórica entre el pueblo judío y la Tierra de Israel y el derecho del pueblo judío a reconstruir su nación… El 20 de noviembre de 1947, la Asamblea General de la ONU aprobó una resolución que pedía el establecimiento de un Estado Judío en la Tierra de Israel… Ese reconocimiento por parte de la ONU del derecho del pueblo judío a establecer su Estado es irrevocable. Es el derecho natural del pueblo judío a ser dueño de su propio destino, igual que todas las demás naciones, en un Estado soberano.

“En consecuencia, nosotros… en virtud de nuestro derecho natural e histórico y por la fuerza de la Resolución de la Asamblea General, declaramos por la presente el establecimiento de un Estado Judío en la Tierra de Israel que será conocido como el Estado de Israel”.

La Declaración Balfour fue en realidad una carta personal de lord Balfour a lord Rothschild, fechada el 1 de noviembre de 1917.

Dice así: Querido lord Rothschild:

Tengo un gran placer en transmitirle, en nombre del Gobierno de Su Majestad, la siguiente declaración de comprensión con la aspiración judío sionista que ha sido sometida y aprobada por el Gabinete:

El Gobierno de Su Majestad ve con simpatía el establecimiento en Palestina de una nación para el pueblo judío y empleará todo su esfuerzo en facilitar el logro de ese objetivo.

Queda claro que no se hará nada que pueda perjudicar los derechos civiles y religiosos de las comunidades no judías en Palestina, ni los derechos y el estatus político del que disfrutan los judíos en cualquier otro país.

Le agradecería que pusiera usted esta declaración en conocimiento de la Federación Sionista. (Firmado: Lord Arthur James Balfour).

Balfour había sido Primer Ministro británico desde 1902 hasta 1905 y en junio de 1915 era uno de los estadistas más viejos de Gran Bretaña. Había sido nombrado ministro de Asuntos Exteriores y había visitado Estados Unidos el mismo año en que escribió la carta que aparece más arriba.

Como podía esperarse, la declaración fue recibida con gran desmayo y hostilidad por los distintos estados árabes en Oriente Medio. Los árabes argumentaron que, en el comienzo del Mandato Británico en 1922 había solo 83.790 judíos en Palestina frente a medio millón de musulmanes, 71.764 cristianos y 7.000 de otras religiones.

Yo visité el palacio real de Amán, en Jordania, a principios de la década de los ochenta y entrevisté a Su Alteza Real Hassan Bin Tallal, príncipe heredero de Jordania, hermano del rey Hussein. Me firmó su libro “Autodeterminación palestina: un estudio de Cisjordania y la Franja de Gaza”. Es una exposición concisa de las bases de la reclamación de autodeterminación por parte de los palestinos árabes.

Él escribió: “Los disturbios en los últimos años del Mandato, de 1945 a 1948, se produjeron en gran parte por la reanudación de la inmigración judía después de la II Guerra Mundial. Había habido también una fuerte adquisición de tierra árabe así como inversiones industriales en Palestina por parte de organizaciones judías. Desde 1946, ambas comunidades, árabes y judíos, formaron bandas armadas que luchaban entre sí y contra las fuerzas del Mandato. En 1947 Gran Bretaña empezaba a darse cuenta de que ya no podía mantener la ley y el orden en Palestina. Para esa fecha, el equilibrio demográfico había cambiado considerablemente en favor de los judíos… Al final, la potencia encargada del Mandato retiró su administración y fuerzas militares de Palestina el 14 de mayo de 1948” (ibíd. Pág. 60, 61).

No era tanto que las bandas armadas “lucharan entre sí” como que los árabes luchaban con los judíos y estos luchaban contra los árabes y los británicos. Algunos oficiales británicos fueron secuestrados o asesinados. Murieron muchos civiles en ambos bandos.

En la década de 1940, los “Luchadores por la Libertad de Israel” colocaron un póster en Inglaterra que decía lo siguiente:

AL PUEBLO DE INGLATERRA

AL PUEBLO CUYO GOBIERNO PROCLAMÓ “PAZ EN NUESTRA ERA”, ESTO ES UN AVISO

VUESTRO GOBIERNO HA BAÑADO la corona de Su Majestad en sangre judía y la ha engrasado con petróleo árabe – VUESTRO GOBIERNO HA VIOLADO todos los artículos del Mandato de la Tierra de Israel, desobedecido la ley internacional e invadido nuestro país.

Oswiecim (Auschwitz), Dachau y Treblinka abrieron el camino del “Éxodo” a la Alianza Hitler-Bevin – Al asesinato de supervivientes a quienes la ira de Hitler no podía alcanzar

ESTAMOS DECIDIDOS a que eso no vuelva a pasar

LLEVAREMOS LA GUERRA hasta el mismo corazón del Imperio

LUCHAREMOS con toda la amargura y la furia de nuestra esclavitud

ESTAMOS PREPARADOS PARA COMBATIR en una guerra de liberación ahora para evitar una guerra de esclavitud mañana.

¡PUEBLO DE INGLATERRA!

PRESIONA A TU GOBIERNO PARA QUE ABANDONE YA LA TIERRA DE ISRAEL

EXIGE QUE TUS HIJOS E HIJAS REGRESEN A CASA O PUEDE QUE NO VUELVAS A VERLOS

Los judíos comunicaban claramente al pueblo británico que culpaban en parte del holocausto al Gobierno británico, que había reprimido la inmigración judía a Palestina, retenido a decenas de miles de supervivientes de la guerra en lugares como el sur de Francia o Chipre e impedido atracar a barcos “ilegales” llenos de refugiados en el puerto de Haifa. El póster amenazaba con violencia en Londres y otras ciudades británicas, y a lo largo de todo el Imperio Británico. Tal y como retrata la película “Éxodo”, muchos judíos murieron cuando fueron rechazados teniendo ya Israel a la vista, saltaron por la borda e intentaron llegar nadando a la orilla desde los cargueros viejos que los habían llevado hasta allí desde Europa.

Durante muchos años antes de la retirada británica de Palestina, había habido violencia y derramamiento de sangre entre árabes y judíos. Organizaciones judías como la Hagana, el Palmach y el Irgun recurrieron a asesinatos y ataques terroristas tanto contra las fuerzas de ocupación británicas como contra los árabes. Los árabes, a su vez, recurrieron a la violencia contra el creciente número de judíos a los que veían como “inmigrantes ilegales” en la tierra de Palestina. Cuando la Liga de Naciones reconoció el Mandato británico en Palestina en 1920, hubo muchos disturbios. La violencia volvió a estallar al año siguiente, y de nuevo en 1929 y en 1936. La violencia fue casi constante después de la II Guerra Mundial y los británicos al final buscaron liberarse del problema del Mandato de la Liga de Naciones entregando la responsabilidad de Palestina a las Naciones Unidas. A finales del siglo XIX había habido también una fuerte inmigración árabe desde Siria y Líbano a Palestina.

Cuando se retiraron los británicos en mayo de 1948 e Israel se proclamó como estado soberano, seis estados árabes atacaron al minúsculo Israel. Egipto, Jordania, Líbano, Siria, Irak y Arabia Saudí querían destruir el novísimo estado judío. Un libro famoso de Leon Uris titulado “Éxodo”, del que luego se haría una película, narra con colores vívidos el periodo de la inmigración judía a Israel de después de la guerra y la lucha por la independencia.

Todavía hoy, cuando circulas por la empinada autopista llena de curvas que va de la Llanura Marítima a Jerusalén, puedes ver los voluminosos restos, que han sido preservados como memorial aplicándoles una capa gruesa de pintura con plomo, del convoy blindado de ayuda que se abrió paso luchando hasta Jerusalén. Muchos israelíes murieron en el intento, pero una cierta cantidad de vehículos consiguió llegar por fin hasta los desesperados defensores de Jerusalén Oeste, que estaban rodeados. Si el convoy no hubiera conseguido abrirse paso luchando con las fuerzas armadas jordanas que estaban desplegadas a ambos lados de la carretera en los altos, se habría escrito un capítulo muy diferente de la historia. La historia de la antigua carretera y de la fuerza armada que consiguió sorprender a los árabes llegando por una dirección inesperada está contada en la historia de esa guerra.

En lugar de ser aniquilados o “empujados al mar”, que eran las intenciones declaradas de los ejércitos árabes, los israelíes ampliaron territorio. Después de la “guerra por la independencia” de Israel de 1948 –y esto es muy significativo- Egipto ocupó la Franja de Gaza y Jordania ocupó Cisjordania y la antigua ciudad de Jerusalén.

Desde 1948 hasta 1967, un periodo de diecinueve años, las fuerzas de la ONU ocuparon una “zona desmilitarizada” entre los árabes y los israelíes. Una franja de tierra fue declarada “tierra de nadie” y engalanada con emplazamientos de ametralladoras hechos con sacos de arena y alambre de púas. Los vehículos militares pintados de blanco de la ONU patrullaban la zona. A pesar de ello, había frecuentes ataques terroristas. Árabes escondidos en las empinadas laderas de los Altos del Golán disparaban a colonos israelíes cuando cultivaban los campos cerca del Mar de Galilea. Los ataques terroristas se organizaban desde Egipto y el Sinaí; desde Siria y desde Jordania.

En 1956 estalló otra guerra cuando Israel invadió el Sinaí egipcio. Tanto tropas británicas como francesas entraron en el conflicto durante un breve periodo y la ONU negoció un alto el fuego el seis de noviembre.

El reino hachemita de Jordania ocupó Cisjordania, Siria ocupó los Altos del Golán con vistas al Mar de Galilea y Egipto ocupó la Franja de Gaza.

Ninguno de los tres gobiernos árabes propuso jamás la creación de un estado palestino separado en ninguna de esas regiones ni en ninguna otra de sus tierras. Para empezar, porque una de las fuentes de ingresos más importantes de Jordania era el turismo. La ciudad antigua de Jerusalén, Hebrón y Belén, entre otros lugares, eran atracciones turísticas favoritas, y se llenaban de peregrinos occidentales en las fiestas de Navidad y Semana Santa.

La guerra de 1967 estalló por las exigencias egipcias de que se retirara la fuerza de emergencia de la ONU que ocupaba la Franja de Gaza. La ONU accedió y las fuerzas armadas egipcias se apresuraron a ocupar Gaza y cerraron el Golfo de Aqaba a los barcos israelíes. Una vez más, ejércitos árabes unidos intentaron destruir el estado de Israel. Israel destruyó a la Fuerza Aérea egipcia, en su gran parte mediante bombas de precisión y ataques de misiles en Egipto y el Sinaí, y derribó muchos aviones cuando se acercaban a sus muros de contención. En una victoria sorprendente en el afamado Paso de Mitla, en el Sinaí, los aviones israelíes atraparon grandes columnas egipcias de tanques en un cuello de botella y las destruyeron. Israel consiguió grandes victorias sobre las fuerzas sirias en el Golán, expulsó a la Legión Árabe Jordana de la ciudad antigua de Jerusalén y de Cisjordania. La ONU organizó un alto el fuego entre las partes solo seis días después de empezar la guerra.

Israel ocupó entonces Cisjordania, los Altos del Golán con vistas al Mar de Galilea, el Sinaí y la Franja de Gaza.

Sin embargo, los egipcios y sirios lanzaron de nuevo un ataque contra Israel en Yom Kippur, o Día de la Expiación, en 1973. Las fuerzas israelíes llevaban muchos años desplegadas a lo largo de la famosa “Línea Bar-Lev”, en la orilla oriental de Canal de Suez. Las fortificaciones defensivas recordaban a las famosas Líneas Sigfrido o Maginot de después de la I Guerra Mundial, con emplazamientos de cemento para la artillería y un gigantesco terraplén de bancos de arena allanados de centenares de kilómetros de longitud, con puntos defensivos conectados.

Las fuerzas egipcias llevaron hasta allí mangueras de alta presión y equipo para romper, y consiguieron atravesar la línea y desplegarse por el Sinaí. En las primeras fases de esa guerra sangrienta y violenta, tanto Siria como Egipto parecían llevar las de ganar, hasta que un fuerte contraataque de los tanques israelíes en el Goldán hizo retroceder a los sirios. El ejército israelí cruzó el Canal de Suez hasta el sur, flanqueando al 3er Ejército Egipcio, y avanzó hacia El Cairo cuando la Unión Soviética y las demás potencias empezaron a pedir un alto el fuego. Israel se retiró de la orilla occidental de Suez en 1974. Anuar el Sadat era presidente de Egipto en aquel momento. Ahora incluiré aquí una experiencia personal que siempre he creído que pudo tener algo que ver con los acontecimientos importantes que siguieron.

“Egipto bajo Sadat”                                                                                                                

Cuando estalló la guerra de los seis días, mi padre y yo íbamos camino de Jerusalén. Yo había partido de Pasadena y estaba en Inglaterra preparando mi viaje a Jerusalén, donde por primera vez se iba a emitir nuestro programa de radio para Oriente Medio. El señor Adlai Muhtadi, que era el director de la Jordanian Broadasting Corporation, había preparado un contrato con la emisora en Jerusalén, que estaba entonces en manos jordanas. Estábamos ilusionados y encantados con la idea de que ahora podríamos predicar la palabra del Reino de Dios en una emisora de radio de propiedad árabe en Oriente Medio, y mi padre y yo queríamos hacer los primeros programas en persona. Cuando de repente estalló la guerra, el señor Muhtadi, que sigue siendo un buen amigo personal, perdió su hermosa casa y se encontró de vuelta en Amán. La emisora de radio ya no estaba en manos jordanas, así que la guerra puso fin a nuestros planes de emitir en la región.

El señor Muhtadi es un palestino árabe con una familia encantadora, varios de cuyos miembros viven y trabajan en los Estados Unidos. Su esposa Saida y él vinieron a visitarnos en nuestras oficinas próximas a Tyler en 1997. Él es una persona muy prominente entre los líderes de Oriente Medio y sigue siendo consejero del Gobierno jordano. Su hija mayor fue secretaria personal del príncipe heredero Hassan Bin Tallal, hermano del rey Hussein. A finales de 1976, cuando le pedí que ayudara a organizar una serie especial de entrevistas en la televisión con el presidente Sadat, fue a Egipto y empezó a preparar el encuentro. Me dijo que sería necesario que hablara allí con otros funcionarios antes de poder entrevistar al presidente Sadat en persona.

Tuve que hacer un segundo viaje antes de entrevistar finalmente al presidente y a la primera dama de Egipto. En la primera visita, el señor Muhtadi me había organizado entrevistas con varios funcionarios importantes del Gobierno egipcio, entre ellos el “Presidente del Congreso”, (que sería más tarde asesinado por terroristas en Chipre), el editor de “Al Ahram”, el periódico oficial de El Cairo, y varios ministros del Gobierno. Yo quería que todos supieran que mi punto de vista era totalmente “apolítico”; que mi intención era reflejar imparcialmente las dos caras del problema, y fueron necesarias todas esas reuniones para convencer al Gobierno egipcio de ese punto. Me invitaron a una cena privada en casa del antiguo Secretario General de las Naciones Unidas, Butros-Butros Ghali, que entonces residía en El Cairo.

En mi segunda visita, pude entrevistar a la primera dama Jihan Sadat, en El Cairo, y al presidente Anuar el Sadat en el palacio presidencial a las afueras de El Cairo, en entrevistas separadas. Nuestros técnicos de televisión habían grabado ya mucho metraje por todo Egipto: en el Canal de Suez, las Pirámides y en El Cairo. Montamos un programa especial de televisión de una hora que se emitió por todo Estados Unidos con el título “Egipto bajo Sadat”, y otro programa de televisión de media hora con extractos de las entrevistas.

Por supuesto, todas las preguntas que dirigí a los Sadat estaban relacionadas con Oriente Medio, Egipto, Israel y las otras naciones árabes; con guerras pasadas y futuras, y les aseguré que presentaría su punto de vista de un modo imparcial.

Después de nuestra entrevista formal en cámara, tuve la oportunidad de debatir libremente con el presidente Sadat, que habló con sentimiento de su pasado, su familia y su hermano menor, quien había sido oficial del Ejército Egipcio durante la guerra de Yom Kippur y había muerto en la lucha. “Era como un hijo para mí”, dijo el señor Sadat; y me contó que había una gran diferencia de edad y que había ayudado a criar a su hermano menor. Era evidente que estaba conmovido por la pérdida de su hermano. Me dijo que había muerto como un héroe, luchando por Egipto. El señor Sadat tenía un callo muy visible justo en el centro de la frente, por sus cinco rezos diarios como musulmán. Todas las fotos de él que había en carteles de El Cairo o en la prensa mostraban claramente ese callo. Durante la entrevista y la conversación posterior, fumó en pipa. Su voz era de un bajo profundo, un retumbo bajo. Afable, simpático, inteligente –un hombre del pueblo- Anuar el Sadat procedía de un pueblo al lado del Nilo y al crecer se había hecho oficial del Ejército Egipcio. Se había convertido en vicepresidente durante la presidencia de Gamel Abdel Nasser, al que había sucedido después de la muerta de Nasser en 1970.

Estaba muy orgulloso de haber ordenado la salida de los rusos de Egipto. Me habló de un viaje secreto que había hecho a Moscú y me dijo que las fuerzas armadas egipcias habían llegado a depender demasiado de los soviéticos para equipamiento y piezas de repuesto. Que los soviéticos habían intentado ejercer demasiada influencia y habían colocado a un gran número de diplomáticos y asesores militares dentro de Egipto. Sadat, enfadado con su actitud, les había ordenado hacer las maletas y marcharse. Él era el único líder moderno que había hecho eso. Un gran número de soviéticos y sus dependientes se habían visto obligados a salir de Egipto en cuestión de días.

Su esposa, Jihan, me había hablado de su primer viaje a Nueva York. Había ido con su hija y había quedado tremendamente impresionada por la fuerza y el poderío de Norteamérica. Me contó sus impresiones personales de Estados Unidos, y que al volver le había dicho a su esposo: “Anuar, ¿por qué luchamos con esa gente?”. Por supuesto, se refería no a luchas reales sino a los debates políticos que habían tenido lugar a lo largo de los años por el apoyo constante de Estados Unidos a Israel.

Yo no había pensado decirle nada en concreto al presidente Sadat, a parte de las preguntas de la entrevista, pero me pareció el momento idóneo. Israel había devuelto el Sinaí a Egipto dos años antes, devolviendo así no solo el suministro de petróleo de Egipto, sino permitiéndole también pasar a exportar petróleo. Había sido un gesto tremendamente conciliador por parte de Israel. Nuestra entrevista en cámara había cubierto todo el espectro geopolítico de la región, cosa de la que yo era muy consciente. Le dije: “Señor Presidente, ¿por qué no va a Israel? ¿Por qué no les dice que va a ir, sube al avión y va? Pasaría a la historia como un gran líder que llevó paz a Oriente Medio”.

Le recordé que Egipto era la nación árabe más grande en habitantes y en fuerza de trabajo. Le dije: “Los israelíes son un depósito de cerebros. Hay una elevada proporción per cápita de científicos, educadores, doctores, ingenieros y demás. ¿Por qué no combinar la amplísima fuerza de trabajo egipcia con la experiencia y capacidad de los israelíes en beneficio mutuo para la prosperidad de todos?”.

Seguí hablando un rato de la tragedia de la guerra y de los grandes beneficios que podía aportar una cooperación pacífica. No era necesario que le recordara la miseria que resultaba bien visible en El Cairo.

Me contestó que no podía ir a Israel; citó, sin nombrar ninguna organización concreta, los peligros de hacer algo así por el ultraje que provocaría entre su gente; que hasta la gente que lo apoyaba podía sentirse traicionada; habló de sus enemigos políticos y de que podían utilizar en provecho propio un gesto así por su parte.

Indicó que pensaba que podía ser despreciado por los israelíes. Recuerdo claramente que le dije: “Pero si usted fuera allí, si les dijera que iba en camino para hablar en persona, ¿qué harían ellos? No se atreverían a derribar el avión personal del presidente de Egipto”. Reflexioné en voz alta sobre cómo Oriente Medio podría convertirse en una potencia fuerte en la escena mundial; cómo, si pudiera haber cooperación entre los estados árabes e Israel, se podría creer una especie de “Estados Unidos del Oriente Medio” que llevaría grandes beneficios a todos.

Nuestro encuentro duró bastante. Desde entonces llevo en mi mente recuerdos vívidos de aquello. Reevaluando ahora aquello, no puedo evitar preguntarme si planté algunas semillas en su mente que lo empujaron a sus actos posteriores. En noviembre de 1977, pocos meses después de nuestra conversación, el presidente Anuar el Sadat fue a Jerusalén en una visita sorpresa para reunirse con el primer ministro Begin de Israel.

A eso siguieron los encuentros de Camp David. Después llegó la firma de los “Acuerdos de Camp David” en la Casa Blanca y el 26 de marzo de 1979 se firmó un tratado de paz entre Egipto e Israel.

Durante la visita de Sadat a Washington, mi esposa y yo recibimos una invitación formal impresa para una recepción y banquete en honor de los Sadat. Respondimos a la invitación, volamos a Washington y nos reunimos con varias docenas de asistentes más.

Cuando mi esposa y yo subimos la ancha escalera con los demás invitados, encontramos a los Sadat vestidos de gala en la línea de recibir. La señora Jihan Sadat nos saludó con calor, se volvió a su esposo, que terminaba de hablar con el caballero que nos precedía y dijo: “¡Anuar, son el señor Ted Armstrong y señora!”.

El presidente Sadat contestó: “Por supuesto”. Y nos estrechó la mano con calor. Le dije que le había mencionado al doctor Henry Kissinger, al que había encontrado en una recepción en Dallas, que el señor Sadat me había dicho durante nuestra conversación en El Cairo: “Confío en Henry”. Había hablado de sus muchos encuentros con Henry Kissinger durante el periodo de Kissinger como secretario de Estado en la Administración Nixon. Solo tuvimos un momento para hablar y luego pasamos al salón del banquete. Allí vi y saludé al senador Nelson Rockefeller, al antiguo secretario de Estado Cyrus Vance, al senador Hubert Humphrey y a otros mandatarios gubernamentales; y casualmente, a Barbara Walters, de la ABC. Todos los mandatarios gubernamentales me dijeron que veían a menudo mi programa de televisión. En aquel momento teníamos un horario muy bueno en una cadena importante de Washington.

Sólo dos años después, en 1981, me sorprendió mucho y me resultó muy doloroso ver el brutal asesinato de Anuar el Sadat por televisión. Llevaba el uniforme de general del ejército y pasaba revista al Ejército egipcio, que sólo un mes atrás, en septiembre, había actuado con mano dura contra fundamentalistas islámicos militantes. Ese día era octubre. Un día soleado y brillante en El Cairo y un día de orgullo para Anuar el Sadat cuando, de pronto, algunos de los soldados que desfilaban ante él, corrieron al estrado donde pasaba revista y empezaron a disparar contra la multitud con metralletas. El presidente Sadat se enfrentó a ellos, extendió las manos y gritó: “¡No!” cuando ya lo alcanzaban varias balas. Algunos de los conspiradores fueron detenidos después de su asesinato. El vicepresidente Hosni Mubarak sucedió a Anuar el Sadat.

A diferencia de otras naciones árabes, Egipto sí ha mostrado mano dura con fundamentalistas islámicos y terroristas. En los años 90 fueron capturados, juzgados y ejecutados terroristas islámicos. El propio presidente Mubarak escapó por los pelos a un intento de asesinato durante una visita a Etiopía en junio de 1995. El Gobierno egipcio culpa del ataque a fundamentalistas sudaneses.

La Palabra de Dios muestra que Egipto tendrá un papel prominente en acontecimientos importantes del futuro cercano. El capítulo 11 del Génesis nos habla con gran detalle de un tiempo aún por llegar cuando una gran potencia del norte invadirá Egipto, ocupará Palestina e instalará su cuartel general en Jerusalén. He aquí lo que dice: “Y en el tiempo del fin (en cierto sentido, esta profecía está fechada. Sucederá en “el tiempo del FIN), el rey del sur (este siempre fue Egipto en la era de Ptolomeo y los reyes seléucidas) lo empujará; y el rey del norte irá contra él como un torbellino, con cuádrigas y con jinetes, y con muchos barcos; y entrará en los países y los desbordará y los cruzará”.

“Entrará también en la tierra gloriosa (Palestina, el moderno Israel) y muchos países serán derrotados, pero estos escaparán de su mano, incluso Edom (probablemente Turquía) y Moab (probablemente Irak) y el jefe de los hijos de Ammon (probablemente Jordán. La capital de Jordán es Amán)”.

“También estirará su mano por encima de los países, y la tierra de Egipto no escapará”.

“Pero tendrá poder sobre los tesoros de oro y plata y sobre todas las cosas preciosas de Egipto; y los libios y los etíopes (Put y Cush. Eso podría indicar Paquistán e India en lugar de la Libia y Etiopía actuales) estarán a un paso”.

“Pero noticias del este y del norte (Rusia y China están al norte y al este) le preocuparán; y en consecuencia seguirá adelante con gran furia y acabará totalmente con muchos (eso lleva a la Batalla de Armagedón: Revelación 16:12-16).

“Y plantará los tabernáculos de su palacio entre los mares en la gloriosa montaña santa (entre el Mar Muerto y el Mediterráneo, en Jerusalén), pero llegará su fin y nadie le ayudará” (Daniel 11:40-45).

El “rey del norte” mencionado varias veces en estas, las profecías más largas de toda la Biblia, fue uno de los reyes seléucidas que dividieron el imperio de Alejandro a la muerte de este. Con el tiempo, el Imperio Romano dominó el mundo y ocupó Palestina y Egipto.

La profecía de Daniel 11 indica que el “rey del norte”, que muy bien puede ser una última potencia bestial de Centroeuropa, invadirá Palestina, probablemente ocupando Siria, Líbano e Israel y luego marchará hacia Egipto, Arabia Saudí y otros países del Golfo Pérsico, hasta llegar a las fronteras de Paquistán e India. Eso significa que una fuerza así tendrá en su posesión el grueso del suministro de petróleo del mundo.

Distintos pronosticadores llevan muchas décadas prediciendo que la Unión Soviética invadiría Palestina. Eso se debía a que asumían que el “rey del norte” sería Rusia, y no una gran potencia europea de diez naciones. Yo he dicho repetidamente, durante más de cuarenta y dos años, que nadie había profetizado una guerra entre Rusia y Estados Unidos. En los días oscuros de la Guerra Fría; e incluso durante la crisis cubana de los misiles de Kennedy-Khrushchev, cuando el mundo creía que estábamos al borde de una guerra nuclear con los soviéticos, yo decía por radio y televisión, y a grandes audiencias, que no iríamos a la guerra con Rusia.

En lugar de eso, decía continuamente que antes o después emergerían unos “Estados Unidos de Europa”, siguiendo el colapso de los gobiernos actuales y el afloramiento de dictaduras militares en muchos países.

Para comprender de verdad todos los aspectos de la profecía sobre Jerusalén, Palestina y Oriente Medio, hay que entender correctamente la larga profecía del sermón que dio Jesucristo a sus discípulos en el Monte de los Olivos. Las muchas, muchas guerras que han asolado Jerusalén y la tierra de Palestina han tenido siempre motivos religiosos. Y no será diferente en el conflicto final, esbozado por Cristo y profetizado tanto en Daniel como en el libro de las Revelaciones.

Los refugiados palestinos

Decenas de miles de palestinos árabes llevan décadas viviendo en la miseria en campos de refugiados. Al principio, después de la guerra de los seis días de 1967, hubo campamentos en Líbano, Siria, Jordania y Egipto.

Hoy hay muchos, muchos miles de árabes jóvenes en el sur de Líbano y en la Franja de Gaza que han nacido en dichos campamentos y que ahora son adolescentes o están en la veintena o en la treintena. Y tanto sus padres como sus conocidos les han transmitido mucho odio.

Cuando uno ve las noticias televisivas sobre los últimos disturbios en Gaza o en Cisjordania, casi siempre ve a jóvenes arrojando piedras y botellas a la policía o a los soldados israelíes. Cada acto de terror de cualquiera de los bandos alimenta el resentimiento y el odio; engendra motivos de venganza en las mentes de los jóvenes árabes.

En los últimos años se ha vuelto común ver a árabes jóvenes que crean disturbios, gritan, lloran o gesticulan llevando sobre los hombros un ataúd envuelto con una bandera palestina que contiene el cuerpo de otro compatriota que ha muerto a causa de balas de goma o balas de verdad. Cada uno de esos sucesos alimenta otros más, hasta que el odio ardiente cobra vida propia en las mentes de millares de personas.

Debemos notar, y comprender bien, que, a pesar de toda la retórica y el apoyo de los gobiernos árabes a la causa de los palestinos –con categoría de estado- ninguno de los gobiernos árabes vecinos ha asimilado a los palestinos en sus poblaciones. Los árabes palestinos han sido internados en campos de refugiados a lo largo de las fronteras de Israel. Hay varias razones dolorosamente obvias para ello: (1) A la OLP (Organización para la Liberación de Palestina) de Yasser Arafat le ha interesado mantener a esas personas desplazadas en los campamentos para que sean un recuerdo constante de su problema, como si estuvieran preparados para volver en cualquier momento a los “territorios ocupados”, o sea las tierras de Israel conquistadas en 1967. (2) Los campamentos han sido un nido de odio hirviente y una fuente siempre lista para ataques terroristas en Israel. (3) Ninguno de los países árabes “anfitriones” ha dejado que los palestinos se asimilaran a su población.

Los palestinos árabes son progresistas, inteligentes y enérgicos. A miles de ellos se les ha permitido tener empleos en lugares como Arabia Saudí (muchos fueron deportados durante la Guerra del Golfo por sentimientos antiisraelíes), desde donde envían parte de sus sueldos para ayudar a mantener a sus familias en Gaza o en los campamentos.

Uno de los sucesos más infames de la historia de las fuerzas armadas israelíes tuvo lugar el 16 de septiembre de 1982. Israel había invadido Líbano en un ataque coordinado por tierra, mar y aire, porque la OLP operaba abiertamente desde bastiones en el interior de Líbano. Su cuartel general estaba en el mismo Beirut. Fuerzas armadas sirias lucharon con las columnas blindadas israelíes en el Valle de la Bekaa, en el sur, pero Israel consiguió rodear Beirut el 21 de agosto. Impusieron un Gobierno nuevo en Líbano. El presidente electo cristiano maronita Bashir Gemayal, un líder muy popular, que fue asesinado por la explosión de una bomba el 14 de septiembre. Los cristianos falangistas libaneses, enfurecidos, entraron en dos de los campamentos de refugiados y sacrificaron a cientos de hombres, mujeres y niños.

Las Fuerzas Armadas israelíes habían rodeado los campamentos. Las tropas israelíes situadas fuera oyeron los disparos y los oficiales israelíes fueron acusados de haber dejado a los cristianos libaneses entrar en los campamentos. En Israel hubo una oleada de manifestaciones ultrajadas. Por primera vez, la élite del Ejército israelí vivió incidentes de soldados y aviadores desobedeciendo órdenes directas de sus superiores. Algunos cazabombarderos israelíes arrojaron sus bombas al mar porque dijeron que no podían confiar en la veracidad de sus blancos asignados. ¿Estaban bombardeando civiles indefensos o terroristas?

El sur del Líbano sigue siendo un campo de batalla continuo. En 1993, Israel respondió al ataque desde bases de guerrillas en la región con ataques aéreos y bombardeos de artillería, lo que provocó que 200.000 personas huyeran de sus casas. Israel atacó de nuevo las bases terroristas en 1996, lo que desplazó a medio millón de personas. El problema no está resuelto. Cada ataque de esos causa inevitablemente muertos y heridos “colaterales” y se convierte en un ultraje más para los palestinos árabes desplazados. Entonces se planea y ejecuta otro ataque terrorista: se lanzan cohetes Katyusha rusos, lo que conlleva, como represalia, otro ataque aéreo y de la artillería israelí.

Jerusalén en la profecía

¿Qué les depara el futuro a Jerusalén y a Oriente Medio? Jesucristo predijo que llegaría un tiempo en el que Jerusalén sería destruido; en el que un falso profeta se instalaría “en el tempo de Dios” y afirmaría poseer los poderes de Dios; en el que Jerusalén estaría “rodeada de ejércitos”.

Recuerden que toda profecía es dual, tiene primero un cumplimiento “típico” y después un cumplimiento literal. Los ejércitos de Tito destruyeron Jerusalén cuarenta años después de la ascensión de Cristo. Pero no hubo un gran profeta falso en el templo ni tampoco señales celestiales y Jesucristo no volvió. Y gran parte de la profecía de Cristo en Mateo 24 tenía que ver con esos grandes hechos que desafiaban a la imaginación.

Estudien todo Mateo 24 y verán que todos esos sucesos mundiales de guerras, rumores de guerras, sequías, hambrunas y pestes llevan a la segunda venida de Jesucristo.

Cristo no volvió en el 71 d. C. Los ejércitos de Tito no destruyeron Jerusalén hasta que “no quedó piedra sobre piedra”, aunque causaron mucha muerte y destrucción. Por lo tanto, la destrucción de Jerusalén en aquel momento fue un anticipo, o el cumplimiento típico de otro cumplimiento literal posterior de la profecía de Cristo.

Cuando el Gobierno judío de Israel decidió declarar una vez más a Jerusalén capital de su estado, empezó a implementar la integración de la ciudad antes dividida. Fue integrando la infraestructura de la ciudad; cosas como el agua, los cables eléctricos, las líneas telefónicas, el alcantarillado, las calles, las rutas de autobuses… Jerusalén se convirtió en una gran ciudad.

Hace unos años entrevisté a Teddy Kolleck, alcalde durante mucho tiempo de Jerusalén y le pregunté en cámara si Israel consideraría alguna vez “cambiar tierra por paz” entregando Jerusalén Este a los árabes. Me contestó: “NI UNA PULGADA. NI UNA PULGADA”, repitiéndolo dos veces para enfatizarlo. Los subsiguientes gobiernos nacionales han reiterado lo mismo. El Gobierno de Netanyahu ha afirmado una y otra vez que Jerusalén no es negociable, a pesar de las estridentes reclamaciones de la Autoridad Palestina de Yasser Arafat.

Jerusalén es una de las ciudades más importantes del mundo para las tres religiones monoteístas. Llamada la “ciudad santa” por los cristianos nominales, es también el lugar más sagrado para los judíos sionistas y ortodoxos, y uno de los lugares más sagrados para los musulmanes.

La profecía de la Biblia no pronostica paz para Jerusalén ni para el mundo. En vez de ello, Jesucristo mostró que Jerusalén sería totalmente destruida antes de la segunda venida de Cristo. Aunque suene terrorífico, a los judíos de Palestina les espera otro holocausto. Jerusalén será el punto focal de las últimas grandes guerras de la historia del hombre. Una gran III Guerra Mundial, una fase final de la cual será la Batalla del Armagedón.

En su famosa Profecía del monte de los Olivos, Jesucristo pronosticó que la llegada de la Gran Tribulación sería desencadenada por sucesos en Jerusalén. “Y Jesús salió y partió del templo, y sus discípulos fueron a Él para mostrarle las edificaciones del templo”.

“Y Jesús les dijo: ‘¿Veis todas estas cosas? Pues en verdad os digo que aquí no quedará piedra sobre piedra que no sea derribada”.

“Y cuando se sentó en el monte de los Olivos, los discípulos se acercaron a Él en privado pidiendo: ‘Dinos. ¿Cuándo será eso y qué señal habrá cuando esas cosas estén por suceder y del fin del mundo?” (Mateo 24:1-3). La palabra griega significa “edad”.

“Y Jesús les contestó y les dijo: ‘Escuchad y que ningún hombre os engañe”.

“Pues muchos vendrán en mi nombre diciendo: ‘soy Cristo’, y a muchos engañarán”.

“Y oiréis de guerras y rumores de guerras; mirad que no os turbéis, porque es necesario que todo esto acontezca, pero aún no es el fin”.

“Porque se levantará nación contra nación, y reino contra reino; y habrá hambre, pestilencia y terremotos en distintos lugares” (Mateo 24:1-7).

Hay quienes se mofan y burlan, que dicen: “Oh, bueno, siempre ha habido guerras; siempre ha habido sequías y hambrunas. Todas esas cosas son cíclicas”.

Pero Cristo mostró que todos esos sucesos crecerían en intensidad, que las Tribulaciones eclipsarían por completo todas las catástrofes humanas anteriores.

Después Cristo continuó describiendo cómo ocurriría la persecución religiosa de sus verdaderos seguidores. Tal y como dijo a sus discípulos, llegaría el momento en que aquellos que matarían al pueblo de Dios “creerían que hacían un servicio a Dios”. Hablando de esa época de terribles guerras, Jesús dijo: “Todo eso es el principio de los dolores”.

“Entonces os entregarán para ser afligidos, y os matarán; y seréis aborrecidos de todas las naciones por causa de mi nombre”.

“Muchos entonces serán escandalizados; y se traicionarán unos a otros, y unos a otros se aborrecerán”.

“Y muchos falsos profetas se levantarán y engañarán a muchos”.

“Y por haberse multiplicado la iniquidad (la ilegalidad, la violación de los diez mandamientos de Dios), la caridad de muchos se enfriará”.

“Pero el que perseverare hasta el final, éste será salvado”.

“Y este Evangelio del Reino será predicado en el mundo entero, por testimonio a todas las naciones, y entonces vendrá el fin” (Mateo 24:8-14). El ÚNICO modo en el que Dios interviene en el curso de los acontecimientos humanos en este momento es proclamando la Buena Nueva de la llegada del Reino de Dios al mundo.

Dios no se mueve para parar la pesadilla de los ataques suicidas en Tel Aviv y Jerusalén. No previene el terrorismo ni los asesinatos, ni guerras genocidas como las que desgarraron a la antigua Yugoslavia. Dios no toma parte activa en los asuntos del hombre. SÓLO interviene guiando y dirigiendo SU TRABAJO de predicar la Palabra como testigo y como un aviso para el mundo.

Después de advertir sobre los falsos profetas y la persecución religiosa, Cristo siguió diciendo: “Cuando veáis la abominación de la desolación, predicha por el profeta Daniel, erigida en el lugar santo (quien lea, entienda)”.

“Entonces los que estén en Judea (Jerusalén y la antigua provincia romana de Judea), que huyan a los montes… “Porque habrá entonces gran tribulación, cual no ha habido desde el principio del mundo hasta ahora, ni la habrá”.

“Y si aquellos días no fuesen acortados (por intervención divina), ninguna carne sería salva; pero por el bien de los elegidos, esos días serán acortados” (Mateo 24:14-22). Esta profecía de Cristo dice claramente que, a menos que Dios intervenga y ACORTE la terrorífica guerra de DESTRUCCIÓN MASIVA que ocurrirá, TODA LA HUMANIDAD será destruida.

La frenética carrera de los árabes y las naciones del Tercer Mundo por obtener armas de destrucción masiva.

Cuando cayó la Unión Soviética, millones de norteamericanos suspiraron de alivio y empezaron a creer que no quedaban más enemigos en el mundo – al menos enemigos importantes. Pero los norteamericanos no están haciendo cola delante de oficinas gubernamentales para conseguir máscaras de gas actualizadas. Los israelíes lo estaban hace poco.

Las profecías de Cristo sobre la posible aniquilación de toda la humanidad no pudieron ser entendidas hasta la invención de armas de destrucción masiva, tales como armas químicas y biológicas, bombas atómicas y bombas de hidrógeno. Hoy Rusia posee todavía veinticinco mil cabezas de guerra nucleares. Se introduce en secreto combustible atómico en países como Irán e Irak –grandes enemigos de Israel. Paquistán (que es musulmán) tiene la bomba, y ha amenazado con realizar pruebas.

En una reciente edición del Jerusalem Post, el TITULAR era: “¡IRÁN TIENE LA BOMBA!” El artículo mostraba que Irán había obtenido “varias cabezas de guerra nucleares” de una antigua república soviética y que habían sido “mantenidas” por científicos rusos. Se aseveraba que un consejero del Gobierno estadounidense admitía que habían conseguido documentos secretos que probaban que eran “reales, y las hemos tenido durante años”.

Irán, aunque no árabe (son persas) es islámico. Irán es conocido por haber albergado y protegido a varias organizaciones terroristas que buscan aniquilar a Israel.

Muchas, muchas naciones tienen arsenales nucleares, y los misiles con los que lanzarlas. Entre ellos Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia, Rusia, Ucrania, Georgia, India, Paquistán, China e Israel. Se sospecha que Sudáfrica, Brasil y varios países más poseen armas nucleares y, como acabamos de mencionar, Israel cree que Irán tiene un pequeño arsenal nuclear.

Los medios de comunicación proclamaban a principios de 1998 la posibilidad de una GUERRA inminente entre Estados Unidos e Irak cuando se impidió a los inspectores de la ONU inspeccionar las sedes de presuntas armas químicas y biológicas. En ese caso, aunque quizá sólo temporalmente, se evitó una guerra en el golfo cuando Kofi Annan, Secretario General de las Naciones Unidas, hizo un viaje rápido y desesperado a Bagdad y obtuvo algunas concesiones débiles del Gobierno iraquí, evitando así un gran ataque aéreo estadounidense, quizá sólo unas horas antes de cuando estaba previsto.

En cumplimiento de las profecías de Jesucristo, esos sucesos demostraron cómo los “rumores de guerras” pueden convertirse en acontecimientos importantes, que cuestan miles de millones de dólares y suponen grandes movimientos de barcos, aviones y hombres. A pesar de los que se mofan de ello, este mundo está situado al borde de guerras gigantescas, de destrucción masiva y de la pérdida de incalculables vidas humanas – tal y como dijo Cristo que ocurriría.

Veamos la profecía de Daniel sobre la llegada de la “Gran Tribulación” que atacará a nuestros pueblos: “Y en aquel tiempo se levantará Miguel, el gran príncipe que vela por los hijos de tu pueblo, y será tiempo de angustia, cual nunca fue desde que hubo gente hasta entonces (aquí está describiendo la MAYOR GUERRA DE TODA LA HISTORIA), y en ese tiempo será liberado tu pueblo, todos los que se hallen escritos en el libro”.

“Y muchos de los que duermen en el polvo de la tierra despertarán, unos para vida eterna y otros para vergüenza y confusión perpetua (el momento de esta profecía es el momento de la resurrección y del regreso de Cristo a la tierra).

“Y los que sean sabios resplandecerán como el brillo del firmamento; y los que instruyen a las multitudes en el camino de la justicia, como las estrellas para siempre jamás” (Daniel 12:1-3). Esto muestra la recompensa de los que están ocupados en el TRABAJO de Dios de testigo y de avisos. Noten lo muy vinculado que está con los sucesos de la GRAN TRIBULACIÓN, con los grandes TITULARES de los próximos años.

Cuando Jesucristo habló de la posibilidad de que toda la humanidad fuera aniquilada, sólo podía referirse a nuestro tiempo, a ahora.

Para comprender las dos profecías concretas por las que debemos ESTAR VIGILANTES ahora, tienen que saber a qué se refería Jesucristo cuando advirtió de la “Abominación de la desolación” y del tiempo en el que veremos “Jerusalén rodeado de ejércitos”.

¿Qué ejércitos? ¿Por qué? ¿Aproximadamente cuándo?

Igual que en el caso de la Guerra de Crimea, cuando el zar Nicolás utilizó una discusión sobre los Santos Lugares como pretexto para expulsar a los musulmanes de los Balcanes, así una potencia moderna entrará en Palestina para IMPONER LA PAZ sobre los amargados y guerreros árabes y judíos, que no pueden resolver sus diferencias y vivir en paz. Un gran líder religioso humano se instalará allí y afirmará poseer los poderes de Dios. Será el Anticristo de la Biblia, el “falso profeta” de la profecía, y estará apoyado y protegido por los ejércitos de la BESTIA.

Estos son algunos de los acontecimientos a los que deberíamos estar atentos en los próximos meses y años.

1) La desintegración de la sociedad. La decadencia moral y espiritual proseguirá en los Estados Unidos, Gran Bretaña, los países de la Commonwealth y las democracias del noroeste de Europa. La ruptura de la familia, el aumento de divorcios, los matrimonios del “mismo sexo”, el movimiento de “derechos de los gays”, los movimientos de “liberación de las mujeres” y docenas de otras causas, como intentos de prohibir toda mención a Dios en la educación y en los tribunales, seguirán erosionando cualquier intento que quede por diferenciar el bien del mal, por vivir según las verdades fundamentales de Dios, como deberíamos hacer. Ustedes saben que viven en una sociedad donde niños, obrando a causa de la violencia que devoran diariamente en la televisión, se convierten en asesinos de masas. Dios dice: “Los opresores de mi pueblo son niños y mujeres los gobiernan. Oh, pueblo mío, los que te guían te hacen errar y destruyen el rumbo de tus caminos” (Isaías 3:12). Millones de hogares norteamericanos son “matriarcados”; millones de niños, especialmente entre las minorías, crecen sin un padre en el hogar.

Hace unas décadas, la ilegitimidad era algo vergonzoso y pecaminoso. Hoy MILLONES de niños ilegítimos se crían en “hogares” con madres solteras, son enviados a las abuelas o acaban en la calle. Hay varios niños de la misma madre pero de padres distintos a los que nunca conocerán. Hoy en día, grandes figuras del deporte, todos multimillonarios, presumen abiertamente de haber engendrado hijos ilegítimos con distintas mujeres. Nuestra degenerada sociedad sin Dios seguirá deslizándose por el tobogán del libertinaje, la ilegalidad y la inmoralidad. La violencia y el crimen GOBIERNAN en miles de barrios, la vil corrupción infecta la ciudad, el condado, el Estado y el Gobierno federal con políticos avariciosos que traicionan la confianza del público metiendo las manos en la caja pública. Nuestras sociedades seguirán derrumbándose y al final seremos destruidos tanto por el “enemigo de dentro” como por el “enemigo de fuera”.

2) La burbuja inflada que es la economía mundial terminará por explotar. De la noche a la mañana se perderán miles de millones cuando se hundan los mercados de valores de las naciones más importantes. Estados Unidos y Gran Bretaña se verán reducidos al tipo de pobreza y falta de trabajo que existió durante la Gran Depresión, pero peor. Nuestras ciudades se empezarán a parecer a las de Bangladesh.

3) Cuando ocurra eso, un desempleo masivo, se oirán las voces estridentes de los ultranacionalistas en las calles de muchas naciones, especialmente en Europa y Alemania.

En Alemania está subiendo ya mucho la violencia de la extrema derecha, con varios grupos neonazis robando, provocando disturbios, manifestándose contra el Gobierno y haciendo pintadas contra los extranjeros. En Berlín se ha creado una unidad especial antidisturbios para lidiar con el rápido crecimiento de la violencia skinhead. Si Alemania entra en depresión profunda, ¡cuidado!

4) La tendencia será la emergencia de dictaduras militares en países de todo el mundo. En Europa y en Alemania y Japón, para combatir el caos y la rápida ascensión de la pobreza y el crimen. Se declarará la ley marcial, se abolirán derechos civiles, se negarán la libertad de reunión y la libertad de prensa. Se formarán grandes ejércitos.

5) En respuesta al militarismo alarmante de Rusia y China, Europa se unirá. Se superarán las dificultades de la moneda única y de los impuestos comunes. Al final, diez naciones juntarán sus economías y su poder militar en una gran superpotencia (Revelación 17:12-14).

6) Un “rey del sur”, que todavía PUEDE ser un líder de Egipto, “empujará” a una potencia europea fusionada. Probablemente eso signifique cortar el flujo de petróleo de Oriente Medio a Europa y otros países, lo cual provocará una respuesta militar inmediata (Daniel 11:40-45).

7) Estados Unidos y Gran Bretaña serán atacados a la vez desde el interior y desde el exterior. Se retorcerán en medio de crimen y violencia rampantes. Guerra de razas, caos… Nuestros pueblos no estarán preparados para soportar los golpes combinados del colapso económico y la amenaza, o el uso real, de armas químicas, biológicas y nucleares contra nosotros. La profetizada “Gran Tribulación” (Mateo 24:21,22) habrá comenzado.

8) Un gran falso profeta, que se hará llamar “El Príncipe de la Paz” y adoptará títulos divinos, dirá que va a trasladar la sede de la “iglesia verdadera” a su lugar de origen, Jerusalén. En algún momento, quizá antes del punto número 6), puede ser que se construya un templo en Jerusalén. Si los ortodoxos griegos destruyeran la Cúpula de la Roca y la mezquita Al Aksa para reemplazarlas por un templo judío, todas las naciones árabes se unirían y estallaría una gran guerra. Esta vez, las naciones árabes podrían usar armas biológicas y químicas contra los judíos. La razón ostensible para una intervención europea en Oriente Medio sería “salvar” del exterminio a los judíos supervivientes. Ese hecho del falso profeta y la combinación de ejércitos europeos haría que se cumplieran las profecías de Cristo sobre la “Abominación de la desolación” y “Jerusalén rodeado de ejércitos”.

9) Poco después de esa guerra masiva y de la subsiguiente invasión de Oriente Medio por la potencia de la Bestia, habrá represalias de Rusia, y de las muchas naciones aliadas con ella, quizá incluso China (Daniel 11:40-45). El movimiento de millones de hombres a la región alrededor de Megido resultaría en la “Batalla del Armagedón” (Revelación 16:12-16), que será anunciada por las señales celestiales (Revelación, Capítulo 6).

10) Dios enviará siete plagas –trompetas de la muerte- sobre la Bestia, que intentará combatir a Cristo en su venida. Jesucristo llegará a esta tierra acompañado por la séptima de las siete últimas plagas (Revelación, Capítulo 19).

Lo que tiene por delante el estado judío de Israel es una época de horrible tribulación. Los acontecimientos que se desencadenen en Jerusalén arrastrarán a las grandes potencias a una GUERRA de unas contra otras. Como han leído en la profecía de Daniel, muchos países serán derrocados. No descarten a Japón como participante en el tiempo futuro de tribulación para los Estados Unidos de América.

Como han visto, las raíces del conflicto en Oriente Medio están enterradas muy hondo en el suelo del pasado. Se remontan hasta Isaac e Ismael, hasta Moisés y los amorreos, hasta David y los filisteos, hasta los días de Babilonia, Persia, Grecia y Roma. El conflicto se remonta hasta los días de los primeros mahometanos que llegaron a Palestina y Egipto, hasta el Mandato británico posterior a la I Guerra Mundial, a la declaración del Estado de Israel en 1948 y a la guerra de los seis días de 1967 entre Israel y sus vecinos árabes. Las raíces del conflicto son tan profundas que ningún “proceso de paz” diseñado por el hombre tendrá éxito.

Por eso NO HABRÁ PAZ en Jerusalén hasta la intervención final por el Único que puede de verdad imponer PAZ en este mundo virulento, desgarrado por la guerra y el odio: Jesucristo de Nazareth en persona.

A aquellos que intentan engañarse no viendo los TITULARES de nuestro tiempo y jugando al juego de “fingir” que todas estas cosas no son REALES, que no son INMINENTES, les espera un duro despertar.

EL ARMAGEDÓN se prepara. Se ACERCA y afectará al MUNDO ENTERO. Jesucristo nos advirtió: “Vela, pues, orando en todo tiempo, para que puedas ser considerado digno de todas estas cosas que han de venir y estar en pie delante del Hijo del Hombre” (Lucas 21:36). Si TÚ eres uno al que llama Dios para que tome parte en SU OBRA durante estos últimos días de proclamar el testimonio de Cristo, la Buena Nueva de Su próxima intervención en asuntos humanos. Si TÚ quieres tomar parte en el “trabajo del vigilante” (Ezequiel 33), llama o escribe inmediatamente para buscar el nombre y el número del grupo de hermandad o iglesia constituida más próxima a tu hogar.


Puede copiar y distribuir esta información solamente a amigos y familia, sin cambios, sin cargo y dando todo el crédito al autor y el editor. No se puede publicar para el público general.

La intención de esta publicación es que sea usada como herramienta de estudio personal. Por favor, sepa que no es sabio aceptar la palabra de nadie porque sí, así que compruebe todas las cosas por sí mismo en las páginas de su Biblia.

Las actividades de la Asociación Evangelista Garner Ted Armstrong se pagan con contribuciones, ofrecimientos y donativos entregados libremente por cristianos y compañeros de trabajo que se dedican a predicar la palabra según Jesucristo.